Me refiero a la diputada Patricia Armendáriz, quien esta semana dio de qué hablar por reconocer de manera didáctica los moches que recibió durante la época salinista. Eso sí, luego se echó para atrás, diciendo que los medios malinterpretaron sus palabras y “usó la primera persona para dar un ejemplo didáctico”.
Parece que en Morena no gustaron sus ejemplos didácticos y, tal y como di a conocer en mis redes sociales, fue dada de baja de la Comisión de Hacienda. Ella insiste en que “solo no estará participando en temas que potencialmente impliquen un conflicto de interés”, pero ahí están los oficios con fecha del 1 de marzo en el que se le da de BAJA de la comisión, y se da de ALTA a la Diputada Lidia Pérez Bárcenas.
Y es que la cola de posibles conflictos de interés de Armendáriz la viene arrastrando desde hace años… en el PRI, en el PAN y ahora en Morena. Cómo olvidar que perteneció al PRI y fungió como asistente de Pedro Aspe, quien fuera Secretario de Hacienda y Crédito Público durante el gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari. ¡Sí! El villano favorito de López Obrador. Y bueeeeno… estuvo muy metida en la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) en la crisis económica en México de 1994.
Afán de protagonismo.
La pulsión protagónica de la ahora diputada morenista, dicen mis fuentes de Palacio Nacional, no es bien vista por el núcleo presidencial, pero “hay que aguantarla, pues traga los sapos necesarios y sirve para darle atole con el dedo a los empresarios”, y seguramente no está de más la adulación constante al titular del Ejecutivo.
Basta recordar que hace unos días, en pleno debate por la publicación de los supuestos ingresos de Carlos Loret de Mola, la empresaria tuiteó que “todos los periodistas deberían dar a conocer sus ingresos y la fuente de los mismos”, solo para retractarse posteriormente. Se ve que lo suyo es aventar la piedra y esconder la mano.