El tiempo se agotó. Monterrey y su zona metropolitana son un ejemplo claro de la emergencia climática que vive el planeta. Para quienes aún dudan de la veracidad de los datos expuestos por el Panel Intergubernamental sobre el cambio climático (IPCC) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), basta con observar la crisis de sequía y falta de agua que vive Nuevo León. Se esfumó.
#ColumnaInvitada | Los negacionistas de la emergencia climática
Si bien es cierto que el déficit hídrico es un problema histórico, que se debe principalmente a la sobreexplotación de unos cuantos privados, la falta de infraestructura para el tratamiento del agua, las fugas no atendidas en hogares y zonas urbanas, así como a la nula atención a la captación de escurrimientos naturales, los últimos 2 años han sido catastróficos en términos de sequía. Esto se debe al aumento de temperaturas en la entidad, las cuales se han registrado como los más calientes en su historia.
Los efectos del calentamiento global han sido ampliamente documentados por los expertos y la falta de agua es uno de los más severos. Éste está relacionado con el déficit de área verde, la falta de servicios ambientales por ausencia de arborización, y esquemas de captación de agua. Por ello, negar la relación que existe entre la emergencia climática que vivimos y la crisis de agua de las ciudades regias reduce las posibilidades de solución. No es un asunto menor.
Según reportes de la Universidad Autónoma de Nuevo León, en zonas como la norponiente de Monterrey, donde habita el 60% de la población de la ciudad, existe un déficit de área verde per cápita 6 veces mayor de lo que estipula la Organización Mundial de Salud (OMS). En estas planchas de calor las temperaturas están hasta dos grados por encima de la media del resto de la ciudad.
La Zona Metropolitana de Monterrey (ZMM) es la muestra de lo que puede suceder a nivel nacional si no se atiende la problemática desde el más alto nivel. Toda política de gobierno, y legislativa, debería hoy partir de la crisis ambiental y estar ligada con la acción climática. De lo contrario, la inversión en infraestructura urbana y rural seguirá sin ser sostenible. Nos estamos jugando el futuro de las comunidades y las personas que las habitamos y se requieren inversiones de gran escala y largo plazo.
Por ejemplo, ¿en qué debería estar enfocada la atención del gobierno federal ante la emergencia climática y la crisis hídrica en el norte del país? En infraestructura verde. Organismos internacionales estiman que México necesita invertir cerca del 2% del Producto Interno Bruto (PIB) para atender el sector hídrico, pero la realidad es que la inversión está por debajo del 1%.
Datos del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) revelan que para afrontar y resolver el tema de seguridad hídrica nacional se necesita que por al menos los próximos 21 años se realice una inversión anual de casi 49 millones de pesos; hoy sólo se destinan 30 millones.
Al parecer las autoridades federales mexicanas han priorizado debates como el monopolio del Estado en la producción de electricidad en detrimento de las energías renovables, y están olvidando que el agua es un tema de seguridad nacional que requiere políticas públicas que guíen la planeación, el financiamiento y el desarrollo de proyectos fundamentales para garantizar este recurso por los próximos 20 años. La brújula no puede seguir así de perdida.
En Monterrey ya estamos trabajando en estrategias concretas que abran el camino a la inversión público-privada, así como cooperación internacional, que permita la construcción de infraestructura hídrica. No sólo eso, el Alcalde Luis Donaldo Colosio ha declarado el estado de emergencia climática de nuestra ciudad.
Como primer resultado de ello tendremos la primera Oficina del Calor extremo de Latinoamérica, lo que nos permitirá trabajar de la mano con Adrienne- Arsht Rockefeller Foundation Resilience Center y obtener los recursos para la investigación, trabajo, diagnóstico y soluciones que mitiguen los temas urgentes que hoy afectan a los regiomontanos.
Cada ciudad mexicana debe establecer su ruta de trabajo y parte por reconocer el problema. Es ahora.
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Nota del editor: La autora es secretaria de Desarrollo Urbano Sostenible de Monterrey. Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.