Desafortunadamente, nuestra clase política ha desaprovechado la oportunidad de construir una democracia con mayor participación ciudadana, desde 2015 cuando se intentaron las primeras consultas populares, pasando por el 2021 con la realización del primer ejercicio de este tipo, y actualmente con la revocación de mandato en la que ahora estamos inmersos.
Estos procesos han quedado lejos de poder ser considerados verdaderos ejercicios ciudadanos que busquen abrir el debate público para la toma de decisiones, pues en todos los casos hemos estado ante caprichos políticos que tienen como finalidad capitalizar la popularidad de quien los propone y buscar adeptos electorales.
La revocación de mandato es otra oportunidad perdida para transitar con paso firme hacia una auténtica democracia directa en la que se ponga a la ciudadanía en el centro de la toma de decisiones públicas.
Desde que comenzó este proceso hemos visto ataques desmedidos a la autoridad electoral, violaciones constantes a la ley, intentos desesperados por despertar un interés ciudadano que no existe y, sobre todo, la priorización del interés personal sobre el colectivo. No importa si el costo es la democracia en sí misma, lo relevante es demostrar que los convocantes tienen más poder y músculo político que cualquier otra persona u organización en el país.
Ha sido burdo el intento por convertir un ejercicio para canalizar el descontento ciudadano en uno para reafirmar la popularidad presidencial, en el cual se ha buscado que deje de ser una revocación y se convierta en una ratificación, pasando por la simulación en la obtención de los apoyos ciudadanos, el golpeteo hacia el presupuesto de la autoridad electoral, las denuncias penales en contra de consejeros y consejeras del INE.
Además de la constante afrenta al marco constitucional y legal, las argucias legales por cobijar con un manto de legalidad las múltiples ilegalidades de servidores y servidoras públicas, el despilfarro de recursos de procedencia anónima, además de una evidente movilización para incrementar la participación ciudadana y aparentar un éxito falso. Con todo esto han convertido un ejercicio que debía ser democrático, en uno tóxico.