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#ColumnaInvitada | Revocación de mandato, una oportunidad perdida

Ha sido burdo el intento por convertir un ejercicio para canalizar el descontento ciudadano en uno para reafirmar la popularidad presidencial.
jue 07 abril 2022 05:00 AM

Desde 1977 México empezó su transición a la democracia y la búsqueda por elecciones libres, auténticas, competidas y equitativas a través del voto libre, universal y secreto. Las reglas se han ido ajustando para que podamos tener un sistema político plural, inclusivo y que permita la alternancia en los cargos de elección popular.

En los útlimos años, la búsqueda ha sido por tener una democracia más participativa, en la que la ciudadanía se involucre y forme parte de la toma de decisiones. Para ello el sistema se abrió a las candidaturas independientes, pero también a la democracia directa, primero a través de la iniciativa ciudadana y la consulta popular y más recientemente con la revocación de mandato. Todas ellas herramientas creadas originalmente para empoderar a la ciudadanía.

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Desafortunadamente, nuestra clase política ha desaprovechado la oportunidad de construir una democracia con mayor participación ciudadana, desde 2015 cuando se intentaron las primeras consultas populares, pasando por el 2021 con la realización del primer ejercicio de este tipo, y actualmente con la revocación de mandato en la que ahora estamos inmersos.

Estos procesos han quedado lejos de poder ser considerados verdaderos ejercicios ciudadanos que busquen abrir el debate público para la toma de decisiones, pues en todos los casos hemos estado ante caprichos políticos que tienen como finalidad capitalizar la popularidad de quien los propone y buscar adeptos electorales.

La revocación de mandato es otra oportunidad perdida para transitar con paso firme hacia una auténtica democracia directa en la que se ponga a la ciudadanía en el centro de la toma de decisiones públicas.

Desde que comenzó este proceso hemos visto ataques desmedidos a la autoridad electoral, violaciones constantes a la ley, intentos desesperados por despertar un interés ciudadano que no existe y, sobre todo, la priorización del interés personal sobre el colectivo. No importa si el costo es la democracia en sí misma, lo relevante es demostrar que los convocantes tienen más poder y músculo político que cualquier otra persona u organización en el país.

Ha sido burdo el intento por convertir un ejercicio para canalizar el descontento ciudadano en uno para reafirmar la popularidad presidencial, en el cual se ha buscado que deje de ser una revocación y se convierta en una ratificación, pasando por la simulación en la obtención de los apoyos ciudadanos, el golpeteo hacia el presupuesto de la autoridad electoral, las denuncias penales en contra de consejeros y consejeras del INE.

Además de la constante afrenta al marco constitucional y legal, las argucias legales por cobijar con un manto de legalidad las múltiples ilegalidades de servidores y servidoras públicas, el despilfarro de recursos de procedencia anónima, además de una evidente movilización para incrementar la participación ciudadana y aparentar un éxito falso. Con todo esto han convertido un ejercicio que debía ser democrático, en uno tóxico.

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Una de las grandes debilidades de la revocación de mandato es la deficiencia de la legislación que la regula, y aunque en muchos casos es la legislación electoral la que aplica de manera supletoria, un ejercicio de democracia directa como éste no puede ser entendido igual que una elección, las diferencias son claras y notorias.

Ahora bien, atendiendo a todas las irregularidades y deficiencias mencionadas tanto en la concepción como en la regulación y ejecución de este proceso de revocación de mandato, si se tratara de una elección en la que se buscara determinar quién ocupará un cargo de elección popular, los elementos para anularla serían evidentes.

Sin embargo, si no le veo el caso a anular un ejercicio de revocación de mandato, mucho menos si no se alcanza la participación mínima para que los resultados resulten vinculantes.

El domingo conoceremos los resultados, los cuales desde ahora podemos imaginar, pero como democracia habremos perdido no solo muchos miles de millones de pesos en un ejercicio sin sentido, sino también una oportunidad más de consolidar la participación ciudadana. La democracia mexicana pierde otra vez.

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Nota del editor:

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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