Por otro lado, el libro de Escalante es una especie de manual que muestra cómo debe conducirse un político (si se precia de ser tal) en distintas circunstancias, con la ventaja adicional de que está pensado para las circunstancias mexicanas.
Pese a que el escrito original tiene casi 30 años y la reedición se publicó hace más de una década, considero que la obra es hoy más pertinente que nunca. En primer lugar, porque parte de una premisa que sigue vigente: los problemas públicos de México no se deben a que hay demasiados políticos —todos ellos rateros, corruptos e ineptos—; más bien, responden a la falta de verdaderos políticos.
En efecto, en México los políticos están desprestigiados y quizá con buenas razones. Si algo ha caracterizado a las élites políticas mexicanas a lo largo de la historia, es la corrupción. Otros rasgos distintivos de muchos de nuestros representantes han sido la frivolidad, la incomprensión de los problemas socioeconómicos del país y el anteponer las ambiciones personales y de grupo a las necesidades de la gente.
No obstante, hay una deficiencia adicional en la gran mayoría de nuestros políticos y ésa es precisamente la que acusa Escalante: la falta de oficio político, que se puede traducir en valores tan abstractos como el sentido estratégico, la intuición, el pragmatismo, el temple y la prudencia que deben regir a los auténticos políticos.
Si México tuviera más políticos que hicieran honor a su oficio, tendríamos mejores gobiernos y mejores oposiciones. Estaríamos mejor representados y los cargos públicos de peso estarían en mejores manos. A veces, los mexicanos queremos que tecnócratas, líderes sociales, referentes morales, empresarios o hasta personajes de la farándula vengan a arreglar nuestros problemas públicos, cuando lo que necesitamos son más políticos profesionales.
El segundo elemento por el cual la obra de Escalante mantiene su vigencia es que, si en nuestra élite política hay un personaje que se escapa de esta descripción y, en realidad, es un probado animal político, ése es López Obrador. Como he argumentado en este espacio, si se juzga en términos exclusivamente políticos la carrera de AMLO, como opositor y como gobernante, se puede decir que el presidente ha sido sumamente exitoso.
Esto se debe a que López Obrador piensa en clave política. Tanto así que sus metas son políticas (no económicas, sociales ni administrativas): concentrar más poder, construir estructuras clientelares, mantener la aprobación social, erigirse como la única instancia para dirimir conflictos en el interior de su partido, doblegar a la oposición.
En tal sentido, el texto de Escalante es útil para comprender mejor la racionalidad y la intencionalidad de las decisiones y las acciones del presidente. Transcribo a continuación un par de citas, en las que bien podría pensarse que el autor se está refiriendo a López Obrador.
“No sería impropio decir que es la tarea característica del político la administración y gestión del conflicto; incluso, con más firmeza, que la existencia de conflictos es la condición necesaria para la existencia de su poder. (…) En el orden como lo conocemos, hay conflictos. Y si no los hubiera, un político prudente tendría que provocarlos”.
“El arte de la prudencia en lo que toca al gasto (público) tiene varias reglas. (…) La primera regla es procurar gastar de modo que se conozca y se vea y sea notorio. (…) La segunda regla es gastar de modo que se reparta la ganancia entre el mayor número de gente, cualesquiera sean los medios que se imaginen al efecto”.
El libro está repleto de máximas como éstas. Insisto, pareciera que el autor planteó muchas de ellas pensando en López Obrador, o bien que el presidente leyó este manual y lo está llevando a la práctica (cosa dudosa, por cierto, ya que lo de AMLO es instinto político puro y duro).