En el “Museo de la Memoria y los Derechos Humanos”, en Santiago, se puede ver una leyenda de agradecimiento a México, recordando que luego del golpe de Estado y derrocamiento contra Salvador Allende por Augusto Pinochet en 1973, más de 700 chilenos vivieron en la embajada y residencia del embajador de México en Chile, salvándoles la vida. Además, se estima que entre 3,000 y 6,000 chilenos fueron refugiados en nuestro país, incluyendo entre ellos a Hortensia Bussi, viuda de Allende y sus dos hijas Carmen Paz e Isabel.
Meses antes de que Salvador Allende fuera derrocado y muriera en el Palacio de La Moneda, visitó la Universidad de Guadalajara, en Jalisco. En el Auditorio del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades que ahora lleva su nombre, el chileno plasmó los paralelismos entre México y Chile, en torno a la lucha social de los pueblos de Latinoamérica.
Esa tarde Allende pronunció una de sus frases más populares: ”La revolución no pasa por la Universidad y esto hay que entenderlo; la revolución pasa por las grandes masas; la revolución la hacen los pueblos; la revolución la hacen, esencialmente, los trabajadores”.
Han pasado casi 50 años desde aquel discurso y ahora Chile tiene en el poder a un admirador acérrimo de Allende; un desenfadado joven de 36 años llamado Gabriel Boric Font.
Y apuntemos bien el nombre del izquierdista, porque seguramente resonará por todo América Latina y el mundo durante los siguientes años.
Boric busca posicionar una nueva izquierda alejada de Venezuela y Nicaragua. El presidente chileno escenifica la lucha que llevan haciendo por años jóvenes universitarios -como Camila Vallejo- en su afán de llevar sus ideas sociales más allá del bar The Clinic (Donde jóvenes sostienen acalorados debates políticos), al palacio de La Moneda. Y lo han logrado.
El pasado 15 de marzo, Boric hizo un primer pronunciamiento oficial hacia América Latina, coincidiendo con lo que planteaba el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador: la integración regional de América Latina.
Pero no solo como organismo entre países de izquierda, la idea va mucho más allá. La intención es unir a todos los países latinoamericanos a crear una comunidad que luego pueda convertirse en una unión, mismos pasos que dieron en la Unión Europa.
La mañana del 14 de marzo, López Obrador coincidió con su homólogo argentino, Alberto Fernández, en la integración de México y Argentina, pero también incluir al resto de América, con el fin de atender el tema migratorio.
Un nuevo horizonte
Una tendencia que pareciera irreversible es que Sudamérica está regresando a unificarse hacia la izquierda. Ya son Bolivia, Perú, Argentina, Chile y Venezuela, pero muy pronto se podrían unir Colombia -con Gustavo Petro- y Brasil –Con Lula Da Silva-.
Este fenómeno podría seguir influenciando a Centroamérica y el Caribe, mientras que México sigue teniendo en las encuestas muy por encima a un morenista para el 2024 (sea quien sea).
El liderazgo de la zona actualmente está en manos de AMLO, pero le queda poco tiempo a su gobierno y esto podría costarle a México tener que cederlo de nuevo a Sudamérica. Ante esto, Boric ha levantado la mano para formar una coalición de países, “sin importar las afinidades ideológicas de los mandatarios de turno".
Todo esto, aprovechando el momento crucial que vive el mundo por el conflicto entre Rusia y Ucrania, que ha despertado la incertidumbre y la división mundial.
López Obrador envió a su esposa Beatriz Gutiérrez Müller como su representante ante la investidura de Boric como presidente de Chile. Por supuesto que esto fue un guiño, pues aunque la escritora no es funcionaria de la Secretaría de Relaciones Exteriores, se buscó una representación diplomática de primer nivel.
El talante de Gabriel Boric podría representar el renacimiento del ánimo de los jóvenes izquierdistas (y de otras corrientes) por figurar más y buscar candidaturas de gran peso. Podría representar la voz de una nueva generación de políticos latinoamericanos que contemplan la política como un mecanismo para llegar a acuerdos y no para polarizar; o llevar a peleas estériles en arenas partidistas.
¿A qué convoca la nueva presidencia chilena a los jóvenes mexicanos que están interesados e inmiscuidos en la política? ¿Hasta qué punto puede inspirar que un joven de apenas 36 años gobierne a uno de los países más importantes de Latinoamérica?