Los primeros reportes en redes sociales luego de la tensa calma no eran nada alentadores. Primero se informó de 17 muertos, luego de 26. Para muchos “futboleros” era impensable que en un partido entre ambos equipos pudiera suceder una tragedia a ese nivel. Pero la información llegaba desde Querétaro con datos catastróficos.
Debo aceptar –y disculparme- pues fui uno de los que cayó en la mala información, porque lo que se debía reportar como heridos, era comunicado como fallecidos. La situación era dantesca, lo que hacía suponer que todo pudo ser cierto.
Afortunadamente no hubo ninguna persona muerta –según autoridades- en ese terrible día negro del futbol mexicano.
No solo expertos en futbol se han manifestado sobre la situación de seguridad en los estadios. Las imágenes de horror le dieron la vuelta al mundo entero, haciendo que la reflexión se hiciera cada vez más extensa sobre el nivel de violencia que vive la sociedad mexicana.
El deporte más popular en el país ahora estaba en el banquillo de los acusados. ¿Hasta donde puede llegar la pasión desenfrenada por un simple partido de temporada regular? ¿Qué consecuencias traería esta terrible experiencia para el aficionado que no participa en hechos violentos dentro de los estadios? ¿Cómo nos ve el mundo como sociedad?
Esta detonación podría tener un trasfondo que va mucho más allá de un evento deportivo. Todos estamos inmersos en una cultura violenta que genera violencia. Hemos experimentado un encierro global del que difícilmente podríamos negar que no fuimos afectados mentalmente; pero también en nuestros bolsillos; en nuestras relaciones sociales. El país enfrenta un luto social que no se había visto antes.
Una realidad común
En un país que en mucho se mantiene por la narcocultura, es posible que los grupos del crimen organizado le apuesten al desorden, pues finalmente en medio del caos es cuando impera su reino. Ante lo sucedido en la cancha de Querétaro es preciso investigar qué tan involucrados podrían estar los cárteles de la droga en la gresca; de ser así, deberíamos replantearlo todo. Llegar a conclusiones más atroces, ¿cómo es que estamos todos nadando en aguas del crimen?
Para el presidente López Obrador lo sucedido el pasado sábado 5 de marzo tiene que ver con “los resabios de gobiernos liberales”. Y añadió: "Es muy importante que tengamos eso claro: la paz es fruto de la justicia. Hay que atender las causas. Hay que combatir la desigualdad. Hay que atender a los jóvenes. Hay que desterrar la corrupción. Hay que fortalecer a la familia".
Quizá ese es uno de los trasfondos; pero también el hecho de que hay un enojo generalizado. Los encabezados diarios hablan de masacres, inflación, guerras, corrupción y cientos de flagelos más. La reconciliación social pareciera estar más lejana que nunca.