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#ColumnaInvitada | Partido panal: ¿el destino del PRI y del PRD?

El partido panal representa el fracaso de un proyecto con aspiraciones nacionales, una organización política que se fragmenta y sobrevive, apenas, aferrándose al presupuesto público en unos estados.
mié 16 marzo 2022 04:59 AM
panal
El Partido Nueva Alianza, conocido como panal, es un partido cuya estructura centralizada se disemina, se regionaliza, considera Javier Rosiles Salas.

El partido de la maestra Elba Esther Gordillo, exlideresa del poderoso Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), es más reconocido por su acrónimo que por sus triunfos electorales. Su escasa representación podría dar pie a ser recordado por inaugurar un nuevo modelo de partido político en México: el partido panal.

Nueva Alianza obtuvo el registro el 14 de julio de 2005, respaldado por la estructura magisterial. Desde un principio, más que por sus siglas (NA), era mencionado en los medios como Panal. La ambición estaba ahí, pero nunca mostró la fuerza suficiente como para dejar de ser un partido pequeño.

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Oficialmente, el Panal perdió el registro el 12 de septiembre de 2018, como consecuencia de un pobre rendimiento electoral: 1.02% de la votación en la elección de presidente de la República; en la de senadores logró solamente el 2.41% por el principio de mayoría relativa y 2.40% por representación proporcional (RP).

Su mejor resultado lo obtuvo en la elección de diputados federales, con el 2.58% por mayoría y el 2.57% por RP. En todo caso, cifras muy por debajo del 3% del total de la votación válida emitida exigido --en cualquier elección-- por el artículo 41 constitucional como mínimo para evitar la cancelación del registro.

Nos encontramos ante un nuevo espécimen de partido político. El partido panal representa el fracaso de un proyecto con aspiraciones nacionales, una organización política que se fragmenta y sobrevive, apenas, aferrándose al presupuesto público en algunos estados como partido local. Un partido cuya estructura centralizada se disemina, se regionaliza. Una organización que se pretende uniforme, pero que acaba desbaratándose y seccionándose a manera de un conjunto de celdillas, como quien ve un panal.

Una legislación electoral que por momentos parece diseñada para ensañarse en contra de los partidos políticos nuevos, les ofrece una oportunidad a los partidos nacionales que pierden su registro. El párrafo quinto del artículo 95 de la Ley General de Partidos Políticos (LGPP) representa una competencia desleal ante genuinos esfuerzos de representación local, pero una verdadera tabla de salvación para grupos fallidos en lo nacional obstinados a pervivir en lo local. Atentos, PRD y PRI.

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“Si un partido político nacional pierde su registro por no haber alcanzado el porcentaje mínimo de votación en el último proceso electoral ordinario federal, podrá optar por el registro como partido político local en la o las entidades federativas en cuya elección inmediata anterior hubiere obtenido por lo menos el tres por ciento de la votación válida emitida y hubiere postulado candidatos propios en al menos la mitad de los municipios y distritos, condición con la cual se le tendrá por cumplido y acreditado el requisito del número mínimo de militantes con que debe contar”, señala el párrafo referido.

Probablemente en poco tiempo tengamos en el país tres partidos panal: además de Nueva Alianza, muy pronto se sumará el PRD y quizá el PRI. Ambas organizaciones lucen ya patosas, con aspiraciones electorales asidas flojamente a una incierta alianza con el PAN para competir por la Presidencia en 2024.

Una herencia del Pacto por México: la reforma político-electoral de 2014, de la que resultaron la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LGIPE) y la LGPP, resulta ser hoy una opción para salvar la extinción política para dos de las cúpulas partidarias negociadoras.

“Que nos sigan matando las veces que quieran, pero en el PRD vamos a seguir vivos”, suelta su líder nacional, Jesús Zambrano. Pero en el fondo resuenan las voces que ubican al partido en “terapia intensiva” o con “respiración artificial”.

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Cosa de ver lo ocurrido recientemente en Quintana Roo, en donde se requirió de la presencia de un representante del Comité Ejecutivo Nacional para dirimir las disputas por las candidaturas a las diputaciones de mayoría relativa. No fueron necesarios el templete ni los micrófonos ni las bocinas para la entrega de la lista, sólo un acre sello de la oficialía de partes del instituto electoral.

En el PRI, actualmente los reproches se escuchan más fuerte que antaño las matracas. Durante su 93 aniversario el presidente nacional acusó de ingratitud a los exgobernadores priistas que decidieron convertirse en embajadores o cónsules al servicio de la llamada Cuarta Transformación. Sin embargo, en esta ocasión fue suficiente el auditorio Plutarco Elías Calles para albergar a quienes gritaban “Alito presidente". No más una explanada llena ni mucho menos el cierre de calles en los alrededores de la sede de Insurgentes.

A Nueva Alianza su votación en las elecciones de 2021 le alcanzó para subsistir en apenas una decena de entidades. Esperemos a ver si en las elecciones de este 2022 el PRD y el PRI recuperan simpatía entre la ciudadanía o si se puede barruntar que tendremos tres partidos panal.

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Nota del editor: el autor es politólogo. Doctor en Procesos Políticos. Profesor e investigador en la UCEMICH. Especialista en partidos políticos, elecciones y política gubernamental.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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