Sin mayores explicaciones, evidencia técnica, consulta a los padres o presentación de alternativas, se recortó un programa que beneficiaba a 3.6 millones de niños y jóvenes, en 27 mil 63 escuelas del país, donde se calcula que 1.4 millones de los beneficiarios en pobreza extrema recibían alimentación mediante este programa.
Un estudio publicado por la UNICEF, según el cual, un 74.3 por ciento de las escuelas que tenían el programa, estaban ubicadas en regiones con un grado de marginación alto. Una de las principales características de este modelo escolar era el servicio de alimentación, con el que se aseguraba la permanencia de los estudiantes en las escuelas. De acuerdo también con el mencionado estudio, un 65.8 por ciento de los beneficiarios, dijo que el alimento que recibía en la escuela era de los primeros que consumía en el día.
Según el estudio, “Programa Escuelas de Tiempo Completo (PETC)” publicado por el ITESM, “en las ETC se incorporban seis líneas de trabajo: a) Fortalecimiento de los aprendizajes; b) Desarrollo de habilidades digitales; c) Aprendizaje de inglés; d) Arte y cultura; e) Vida saludable; f) Recreación y desarrollo físico”. Con base en ellas, “al ampliar la jornada escolar, los maestros disponían de mayor tiempo para consolidar diversos aprendizajes: prácticas en tecnologías de la información y comunicación como herramientas para el aprendizaje; enseñanza de una segunda lengua, el desarrollo físico en las que el juego y la convivencia grupal tenían un papel central”, entre otras.
El beneficio de este programa no solo era para alumnos, que según el CONEVAL evidenciaron mejor desempeño en clases, sino para las mujeres jefas de familia y padres trabajadores, que por la extensión de tiempo en las aulas, podían mantener a sus hijos seguros dentro de las escuelas, además de continuar su aprendizaje.