¿Pase lo que pase, ahí siempre nos veremos? No lo sé, al feminismo mexicano lo tensan varios conflictos. Hay temas que unen a las feministas y otros que francamente las dividen: se han perdido amistades, se han roto alianzas, se conciben ya como rivales.
Por un lado, las reconcilia la lucha contra la violencia, por los derechos reproductivos, por obtener mayor representación política y en otros espacios de poder y por conseguir mejores condiciones de trabajo. Por el otro, las separan la gestación subrogada, las trans, el trabajo sexual y las divisiones de clase y raza.
A partir de 2018, también las divide su postura frente a López Obrador: hay quienes lo critican abiertamente, hay otras más pragmáticas (están en desacuerdo con el presidente, pero trabajan con su gobierno) y otras que incluso defienden al presidente y critican a una parte de las feministas (que ya no son sus compañeras). Hasta ahora los temas en común han sido más fuertes y en el 8M marchan juntas, sí, pero definitivamente no revueltas.
El movimiento, de por sí jaloneado entre estas disputas, enfrentará un nuevo desafío: las elecciones de 2024.
López Obrador, fiel al estilo que le sigue dando buenos resultados en las encuestas, minimiza la legitimidad de los reclamos feministas; si acaso los concibe como resultado de la pérdida de valores, de la erosión de la familia tradicional o de la larga noche neoliberal; al final termina insistiendo en que se trata de pretextos que usan sus adversarios para atacarlo.
El día anterior a este 8M hizo una distinción entre el feminismo legítimo, pacífico y que lucha por la igualdad socioeconómica, y otro que ni siquiera es realmente feminismo, porque es violento y está en contra de la transformación.
Claudia Sheinbaum, mientras tanto, trata de encarnar la alternativa del feminismo bueno, es decir, el de López Obrador. Llama al diálogo, convoca a la protesta pacífica, se hace arropar por otras mujeres de Morena. Pero, al mismo tiempo, reproduce el discurso del presidente, advierte que habrá violencia con un evidente propósito desmovilizador y descarta la posibilidad de un feminismo legítimo que no esté en Morena. Al hacerlo, trata de crear un puente entre dos posiciones y de proyectarse como quien habrá de resolver el dilema entre ser feminista y lopezobradorista.
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