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Los comparamos y probaron no ser distintos

Durante las últimas semanas el presidente se ha notado visiblemente desencajado ante el caso más cercano de posible corrupción y conflicto de interés que ha tenido: el de su propio hijo.
lun 21 febrero 2022 06:05 AM

Una de las frases más recurrentes, y vehementes, del presidente en referencia a los gobiernos anteriores ha sido: “no nos comparen, no somos iguales, eso sí calienta”.

El presidente ha tenido como caballito de batalla narrativa la lucha contra la corrupción y los privilegios. En todas sus campañas, y en particular en la de 2018, cuando se había llegado a niveles máximos de cinismo y descaro en esta materia después de los gobiernos de Peña y Calderón.

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López Obrador supo capitalizar muy bien esos excesos para su beneficio electoral, y ya en el gobierno los ha usado sistemáticamente como justificación de las incapacidades que han demostrado él y su gabinete para gobernar bien.

Pero además de justificación, ha recurrido a este discurso como un distractor de sus graves errores, y por supuesto como clave de su agenda electorera para mantener viva a su base social de voto.

Durante los dos primeros años de su gobierno, pareció funcionarle a la perfección. Y parecía completamente inmune a los claros actos de corrupción, conflictos de interés y abusos en su propia administración, y en los diferentes niveles de gobierno emanados de la 4T.

Cada que salía algún escándalo relacionado con su administración o su movimiento, con su gran manejo comunicacional le daba la vuelta, justificándose en que antes robaron más. Logró ser inmune incluso a actos de su propio entorno cercano, hermanos, amigos y colaboradores.

Sin embargo, durante las últimas semanas el presidente se ha notado visiblemente desencajado ante el caso más cercano de posible corrupción y conflicto de interés que ha tenido: el de su propio hijo.

Por un lado, está molesto por la investigación que sacó a la luz el caso; y por el otro, desesperado por no poder controlar lo que más ha controlado estos tres años: la comunicación.

Y su molestia no parece ser porque exista alguna difamación o acusación injustificada. Su ira parece más por no controlar algo que al parecer tiene más fondo de lo que pareciera. Y que además llegó en medio de una crisis importante con Estados Unidos por su intento de contrarreforma eléctrica.

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Lamentablemente han sido ya tantos los casos de posibles actos indebidos, no solo de su administración sino de la manera en que condujo sus campañas anteriores, que ya en varios núcleos de la población comienza a darse un cierto grado de duda razonable. Y eso lo desencaja.

El teatro se está cayendo, a pesar de sus estrategias desesperadas, como aparentar un llanto y quiebre de voz en una reciente mañanera al hablar de lo que han sufrido sus hijos. Ese acto, claramente calculado, sirve con su base pero demuestra su grandísima preocupación.

La realidad es que lo que está hoy en juego es su eterno discurso contra la corrupción, que en ningún momento ha sido acompañado de acciones reales, y que en muchos momentos se ha evidenciado que es más una farsa, pues siempre ha buscado encubrir a los suyos.

Ejemplos de actos indebidos en su entorno han sido muchos. Probablemente es cierto que están lejos de los niveles de los dos gobiernos anteriores, pero eso no los exime; y solo demuestra una doble moral y una falta de interés en realmente solucionar la corrupción.

Empezando desde los videoescándalos de su secretario de Finanzas, cuando fue Jefe de Gobierno, se van develando cada vez más casos y más cercanos que obligan a cuestionar su narrativa.

Se han mostrado casos relacionados con dos de sus hermanos, solicitando y recibiendo indebidamente recursos ilegales para sus campañas. El presidente las justifica como aportaciones.

De sus colaboradores más cercanos y leales se han documentado ya varios casos en el sector energético, que es el que más embates de este gobierno ha sufrido en aras de la anticorrupción.

Son bien sabidos los casos de contratos indebidos que se han otorgado, sin licitación, a cercanos de su secretaria de Energía, de sus colaboradoras más aguerridas.

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Hablando de licitaciones, durante este sexenio se ha vuelto costumbre en las contrataciones públicas el comprar bajo adjudicación directa, sin transparencia, y a sobreprecios. Algo que incluso los gobiernos corruptos anteriores evitaron, aunque fuera fachada.

En la CFE, hoy en plena controversia por la contrarreforma, son de sobra conocidas las dudas justificadas sobre la cómoda vida de su director general, con múltiples propiedades y recursos cuestionados desde que era funcionario de los gobiernos neoliberales y conservadores.

A nivel estatal, son claros los episodios de abuso de poder, otra forma de corrupción, que se dan en Veracruz, hoy en medio de la polémica por los múltiples arrestos y persecuciones políticas, incluso de personajes cercanos a alguien tan relevante de la 4T como lo es el senador Monreal.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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