Lamentablemente han sido ya tantos los casos de posibles actos indebidos, no solo de su administración sino de la manera en que condujo sus campañas anteriores, que ya en varios núcleos de la población comienza a darse un cierto grado de duda razonable. Y eso lo desencaja.
El teatro se está cayendo, a pesar de sus estrategias desesperadas, como aparentar un llanto y quiebre de voz en una reciente mañanera al hablar de lo que han sufrido sus hijos. Ese acto, claramente calculado, sirve con su base pero demuestra su grandísima preocupación.
La realidad es que lo que está hoy en juego es su eterno discurso contra la corrupción, que en ningún momento ha sido acompañado de acciones reales, y que en muchos momentos se ha evidenciado que es más una farsa, pues siempre ha buscado encubrir a los suyos.
Ejemplos de actos indebidos en su entorno han sido muchos. Probablemente es cierto que están lejos de los niveles de los dos gobiernos anteriores, pero eso no los exime; y solo demuestra una doble moral y una falta de interés en realmente solucionar la corrupción.
Empezando desde los videoescándalos de su secretario de Finanzas, cuando fue Jefe de Gobierno, se van develando cada vez más casos y más cercanos que obligan a cuestionar su narrativa.
Se han mostrado casos relacionados con dos de sus hermanos, solicitando y recibiendo indebidamente recursos ilegales para sus campañas. El presidente las justifica como aportaciones.
De sus colaboradores más cercanos y leales se han documentado ya varios casos en el sector energético, que es el que más embates de este gobierno ha sufrido en aras de la anticorrupción.
Son bien sabidos los casos de contratos indebidos que se han otorgado, sin licitación, a cercanos de su secretaria de Energía, de sus colaboradoras más aguerridas.