Los órganos constitucionalmente autónomos continúan presentes; sí con algo de cooptación algunos, pero no en un nivel dramáticamente superior a lo que ya estábamos acostumbrados con gobiernos anteriores.
La competencia electoral sigue vigente, como lo pudimos ver en las elecciones de junio pasado, y en las de 2019 y 2020. La elección de 2018 fue atípica, pero poco a poco las dinámicas electorales locales van recuperando su curso.
Lamentablemente lo que sigue ausente es que todos los actores de la sociedad asumamos nuestro rol y nuestra obligación con el fortalecimiento de la democracia en México. Falta participación ciudadana, faltan actores con legitimidad social.
Hablar de que el presidente está terminando con la democracia es claudicar a nuestras responsabilidades para mantenerla sana y firme. Es la salida fácil. Es desconocer todo el entramado institucional que se ha logrado en los últimos 40 años.
Claro que falta mucho para consolidar nuestra democracia, pero no solo depende del gobierno en turno. La principal responsabilidad es nuestra, de todos los actores de la sociedad.
Ni en la era hegemónica hubo total ausencia de democracia, como muchos dicen, ni la democracia empezó el 2000 como dicen otros, ni hoy se busca regresar a ese modelo tan hablado, que no es más que una interpretación personalísima de ese modelo.
La democracia la hacemos y la destruimos todos. Que estas fechas de reflexión sirvan para pensar de qué lado de la historia queremos estar como sociedad.
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