El problema es muy serio. El presidente perdió el piso porque su narrativa se desfondó. Los argumentos que le brindaron rentabilidad electoral fueron el combate a la corrupción y la impunidad. Ambas columnas vertebrales de su postura permanente de intención de gobierno se cimbraron ante la evidencia incontrovertida del claro conflicto de interés que se presenta cuando su hijo mayor se ve favorecido por un contratista de Pemex que en este sexenio se ha visto beneficiado con ampliaciones contractuales directas (dentro del régimen de opacidad y adjudicaciones directas con el que operan más del 80% de las contrataciones pública en este gobierno).
La preocupación del presidente es evidente, su enojo incluso más. Y es que todo se le ha juntado. Por un lado tenemos una carencia total de resultados en todos los rubros de gobierno. No existe una sola área en la que esta administración pueda reclamar desempeño o eficacia. De hecho, los indicadores nunca habían estado tan mal como ahora en cuestiones de seguridad, justicia, salud, economía, trabajo y desarrollo. Vamos en picada libre, y sin embargo, hasta ahora, la popularidad del presidente se sustentaba en gran medida en que buena parte de la población le dispensaba confianza en que sus promesas de alguna forma milagrosa pudieran llegarse a cumplir.
Pero la burbuja reventó. Ahora abundan los ejemplos de corrupción e impunidad por no solamente muchos de los funcionarios y asesores del primer círculo (Manuel Bartlett, Ana Gabriela Guevara, Delfina Gómez, etc.), sino también de su familia cercana (la prima Felipa y los hermanos Pío y Ramón), y ahora de sus hijos (José Ramón con las casas de Houston, y Andrés con la operación de tráfico de influencias). Sus engaños no dan para tanto. Las palabras de un presidente que miente en forma perseverante en su diatriba mañanera se esfuman en credibilidad cuando recibe un golpe en la línea de flotación y, en lugar de corregir y enmendar, decide doblar la apuesta y mentir más.
Lo impactante ha sido ver no solamente cómo el presidente pierde en su propio terreno, sino también que finalmente se dio un efecto catalizador para que muchas personas que no encontraban la evidencia clara del abuso abrieran los ojos y se sumaran espontáneamente a la defensa de libertades, en este caso en torno al comunicador agredido desde la cima del Poder Ejecutivo. En unas cuantas horas se rompieron los récords de suma en una conversación en vivo en redes sociales. De ese tamaño la esperanza de que la ciudadanía tome las riendas de la nueva ruta que debe tomar el país.