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#ColumnaInvitada | Se acabó el cuento

El cuento desde Palacio Nacional ya se acabó y eso permite que todos los que permanecían obnubilados por el presidente hoy ya despierten y se sumen a un proyecto de nación viable.
lun 21 febrero 2022 06:00 AM

Hay momentos en la vida en que se toman decisiones que definen a la persona. Se pueden tener errores en muchas circunstancias, pero en ciertas coyunturas específicas las definiciones enseñan el verdadero talante de la persona que debe optar por una u otra alternativa. Y eso sucedió recientemente en nuestro país. El presidente se encueró.

Ante la disyuntiva de aguantar el capricho y el instinto de venganza y autoritarismo, el presidente no se contuvo y decidió utilizar las herramientas a su cargo despreciando el Estado de Derecho. Al atacar a una persona que investiga las irregularidades de su familia, en lugar de dedicarse a explicar y sustentar la posible inocencia de su hijo, tomó el rumbo de un liderzuelo autoritario que no reconoce los límites de la ley, la cual fue la que le permitió llegar al poder.

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El problema es muy serio. El presidente perdió el piso porque su narrativa se desfondó. Los argumentos que le brindaron rentabilidad electoral fueron el combate a la corrupción y la impunidad. Ambas columnas vertebrales de su postura permanente de intención de gobierno se cimbraron ante la evidencia incontrovertida del claro conflicto de interés que se presenta cuando su hijo mayor se ve favorecido por un contratista de Pemex que en este sexenio se ha visto beneficiado con ampliaciones contractuales directas (dentro del régimen de opacidad y adjudicaciones directas con el que operan más del 80% de las contrataciones pública en este gobierno).

La preocupación del presidente es evidente, su enojo incluso más. Y es que todo se le ha juntado. Por un lado tenemos una carencia total de resultados en todos los rubros de gobierno. No existe una sola área en la que esta administración pueda reclamar desempeño o eficacia. De hecho, los indicadores nunca habían estado tan mal como ahora en cuestiones de seguridad, justicia, salud, economía, trabajo y desarrollo. Vamos en picada libre, y sin embargo, hasta ahora, la popularidad del presidente se sustentaba en gran medida en que buena parte de la población le dispensaba confianza en que sus promesas de alguna forma milagrosa pudieran llegarse a cumplir.

Pero la burbuja reventó. Ahora abundan los ejemplos de corrupción e impunidad por no solamente muchos de los funcionarios y asesores del primer círculo (Manuel Bartlett, Ana Gabriela Guevara, Delfina Gómez, etc.), sino también de su familia cercana (la prima Felipa y los hermanos Pío y Ramón), y ahora de sus hijos (José Ramón con las casas de Houston, y Andrés con la operación de tráfico de influencias). Sus engaños no dan para tanto. Las palabras de un presidente que miente en forma perseverante en su diatriba mañanera se esfuman en credibilidad cuando recibe un golpe en la línea de flotación y, en lugar de corregir y enmendar, decide doblar la apuesta y mentir más.

Lo impactante ha sido ver no solamente cómo el presidente pierde en su propio terreno, sino también que finalmente se dio un efecto catalizador para que muchas personas que no encontraban la evidencia clara del abuso abrieran los ojos y se sumaran espontáneamente a la defensa de libertades, en este caso en torno al comunicador agredido desde la cima del Poder Ejecutivo. En unas cuantas horas se rompieron los récords de suma en una conversación en vivo en redes sociales. De ese tamaño la esperanza de que la ciudadanía tome las riendas de la nueva ruta que debe tomar el país.

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No hay mal que por bien no venga. Ahora tenemos como país la gran oportunidad de extinguir de una buena vez la estigmatización y la polarización de la que se ha valido el presidente para rentabilizar su discurso de venganza y ataque. Al caer las mentiras de su narrativa, muchos ciudadanos despertarán del letargo para que sin ánimo de reclamar el error previo, se pueda encontrar la nueva ruta, una en la que las causas reales de la pobreza, la inseguridad, la falta de crecimiento económico, la baja calidad educativa, etc. se puedan abordar en serio.

Así es que la oportunidad está frente a nosotros. Para el país no solamente se puede y debe encontrar el punto de unión, sino que estamos obligados a ello. El factor de división que hasta hace unos días impedía que muchos se sumaran a la fuerza ciudadana y la posibilidad de construir un nuevo país, hoy ya desapareció.

El cuento desde Palacio Nacional ya se acabó y eso permite que todos los que permanecían obnubilados por el presidente hoy ya despierten y se sumen a un proyecto de nación viable. Es factible que el país llegue a dichas condiciones, solamente se requiere estar convencidos de ello y que no nos limiten quienes han lucrado de la política.

Debemos trabajar con los partidos políticos porque son la forma en que funciona la democracia. La clave está en que la ciudadanía, y no los partidos, sea la que fije la ruta y prioridades. En eso estamos en varias iniciativas y solamente falta que tú que estás leyendo esta nota te atrevas a igualmente sumar para llevar al país donde se requiere. Generemos la nueva historia desde ya. En este ejercicio cabemos todos.

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Notas del editor:

Juan Francisco Torres Landa es Miembro Directivo de UNE.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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