En México nos hemos acostumbrado a normalizar lo inaceptable. Sobran ejemplos, pero el más reciente es claro. Reportes indican que la construcción del Tren Maya obligó a la remoción de 20,000 árboles. Hace unos meses recorrí parte del tramo, y me consta que, al menos en el segmento que observé y de acuerdo con los testimonios de la gente con la que conversé, varios de ellos empleados en la construcción del tren, así fue: para abrir paso al proyecto, que avanza a marchas forzadas, el gobierno despejó zonas de vegetación considerable y de profundas raíces.
#LaEstampa | Deforestación por el Tren Maya
Los encargados han respondido que los árboles están a salvo. Dicen que los trasplantaron. El Tren Maya, dice Fonatur, se ha construido “con un claro y completo compromiso con el medio ambiente”.
Esto no es cierto.
Conoce más:
Hay evidencia que confirma que el tren y la infraestructura han dañado ya el frágil equilibrio ecológico de la región, que es uno de los grandes portentos de México y el planeta. Eso es incontrovertible. ¿Es verdad el trasplante de los árboles? El gobierno asegura que es un hecho, pero el calibre de proeza de ingeniería que implica el salvamento de ese número de árboles se antoja improbable, por decir lo menos.
En cualquier caso, la obligación de la sociedad mexicana debería ser exigir pruebas del supuesto “compromiso” con el medio ambiente del que presume Fonatur. Como hemos dicho antes, el gobierno progresista de López Obrador muchas veces se conduce como lo contrario. Invariablemente, los gobiernos de izquierda asumen la política de cuidado medioambiental como una prioridad no negociable. Es difícil imaginar a un gobierno progresista aprobando un plan de la voracidad del Tren Maya. Simplemente no ocurre.
El gobierno de México ha actuado sin recato porque no advierte costos políticos. Y eso es una pena. El caso recuerda, de manera irremediable, a la devastación del Amazonas que ha dejado Bolsonaro en Brasil. ¿Por qué lo ha hecho? Porque ha podido, punto y se acabó. Toda proporción guardada, el gobierno de México ha levantado miles de árboles y violentado un ecosistema frágil porque ha podido. Normalizar lo inaceptable es una muy mala costumbre.
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