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#ColumnaInvitada | López Obrador tendrá un exitoso 2022

En 2022, la coalición del presidente ganará la mayoría de las gubernaturas en disputa, logrará la revocación de mandato y encontrará la forma de decir que el pueblo lo ratificó.
jue 06 enero 2022 12:05 AM
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Desde la mañanera, el presidente seguirá cosechando avances en su forma de hacer política.

En diversos foros he argumentado que, si el lema de Porfirio Díaz era “Poca política, mucha administración”, la máxima del presidente López Obrador es la contraria: “Mucha política, poca administración”.

La frase de Díaz se sustentaba en algo simple. El siglo XIX mexicano estuvo marcado por una lucha encarnizada y continua entre distintas facciones para hacerse del poder político. Esto ocasionó una enorme inestabilidad en el país. Por tanto, Díaz pensaba que la solución a los problemas de México pasaba por relegar las pugnas políticas a segundo plano y darle preminencia a la administración eficaz del gobierno.

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Para el presidente López Obrador, ocurre precisamente lo contrario: México llevaba tres décadas sumido en el “periodo neoliberal”, en el cual la administración pública se conducía bajo principios de eficiencia y ganancias económicas, con lo que se relegaba la repartición de la riqueza o las redes de protección social para los ciudadanos.

En ojos del presidente, esto ocurrió por la despolitización del sistema político mexicano con la llegada de tecnócratas al poder, por el consenso de los partidos protagonistas de la transición, por la pérdida de capacidades del Ejecutivo y, en fin, porque se hacía mucha administración pública, pero muy poca política.

Ya es un lugar común enlistar los datos que muestran los fracasos del gobierno de López Obrador en la conducción de la pandemia, la seguridad pública, la economía y la política social. Asimismo, se han publicado estupendos estudios sobre la efectividad del discurso obradorista.

En suma, ya sabemos que AMLO es un mal administrador con una narrativa sumamente convincente; pero, debido a la polarización imperante en nuestra discusión pública, poco se habla de que el presidente es un político hábil, astuto y, en cierto sentido, hasta maquiavélico.

Por eso, se equivocan quienes definen a López Obrador como un luchador social. Más bien, es un político hecho y derecho: la lucha por las causas que defiende (combate a la corrupción, fin de los privilegios o erradicación de la pobreza) pasa por mecanismos políticos, no sociales y mucho menos administrativos.

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Es cierto, el presidente forjó su figura política en el territorio: ha recorrido el país decenas de veces, ha encabezado manifestaciones de protesta y es cercano a los sectores populares. Pero eso no lo hace un luchador social: es distinto hacer política a ras de tierra que ser un líder social.

Con este preámbulo, busco dejar claro que vale la pena juzgar los éxitos, los fracasos y la agenda del presidente en términos políticos, no discursivos, sociales ni administrativos.

Así pues, en términos políticos, el presidente ha sido sumamente exitoso hasta el momento. Ha doblegado a la oposición y los contrapesos institucionales. Mantuvo la mayoría en el Congreso y ganó casi todas las gubernaturas disputadas en las elecciones intermedias, con lo que ha extendido el dominio territorial de su partido. Lleva la sartén por el mango en la relación con los gobernadores: ejerce un liderazgo abierto y vertical sobre los de su partido y cuenta con gran ascendencia sobre los de oposición.

Y quizá más importante que todo lo anterior: el presidente sabe ganar perdiendo, pues es capaz de conducir los eventos de tal manera que, si no consigue los objetivos planteados, hace parecer que salió victorioso y sus opositores perdieron.

Por ejemplo, la consulta “para juzgar expresidentes” no fue un ridículo por la baja participación, sino la “inauguración de una nueva era para la democracia mexicana”. Otro ejemplo: no asumió como una derrota el no conseguir los votos para pasar la reforma eléctrica, sino que aprovechará el aplazamiento de la discusión para desgastar a sus adversarios y movilizar a sus bases.

Algunos me dirán que ésos no son logros para aplaudirle al presidente. Concuerdo, pero ése no es el punto: en términos exclusivamente políticos, el presidente ha sido muy exitoso. Y lo seguirá siendo durante 2022.

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Su coalición ganará la mayoría de las gubernaturas en disputa. Se llevará a cabo la consulta de revocación de mandato, que difícilmente cumplirá con el porcentaje de participación para ser vinculante, pero encontrará la manera de sostener que el pueblo lo ratificó, que los conservadores perdieron y, de paso, desgastará la legitimidad del INE.

Se apruebe o no la reforma eléctrica, aprovechará su discusión para movilizar a sus bases, exacerbar la polarización, poner al PRI contra las cuerdas y posicionar su narrativa. Seguirá emitiendo decretos de dudosa legalidad y utilizará esas disposiciones para avanzar su agenda, en tanto la Suprema Corte define si son constitucionales o no.

Sin embargo, el gran riesgo es que AMLO es un animal político: sigue sus instintos y sus habilidades innatas. No obstante, la política siempre está pensando en el corto plazo: la siguiente elección, el siguiente periodo legislativo, la próxima cumbre del partido.

En consecuencia, el presidente está dejando grandes riesgos de gobernabilidad a largo plazo (como la militarización o el debilitamiento institucional) y, a mediano plazo, podría escapársele de las manos el control de su partido y la sucesión presidencial.

Ya veremos. Por lo pronto, López Obrador tendrá un exitoso 2022.
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Notas del editor:

Jacques Coste (Twitter: @jacquescoste94) es historiador y autor del libro Derechos humanos y política en México: La reforma constitucional de 2011 en perspectiva histórica, que se publicará en la primavera de 2022, bajo el sello editorial del Instituto Mora y Tirant Lo Blanch. También realiza actividades de consultoría en materia de análisis político.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de los autores.

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