El gasto en inversión sigue concentrado en proyectos insignia que aún se discute su rentabilidad y sostenibilidad financiera; mientras los montos asignados con perspectiva de género siguen siendo limitados. En el último lustro, la inversión pública se ha mantenido en alrededor del 3% del PIB, nivel relativamente bajo para impulsar el crecimiento económico sostenido del país. La rentabilidad de los proyectos como el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas generan dudas, mientras el aeropuerto internacional Felipe Ángeles parece un paliativo a la infraestructura aérea de la capital, ya que no queda muy claro si podrá operar de manera simultánea con la actual terminal de manera eficiente.
La inversión privada sigue siendo el motor de la economía al ser cinco veces más alta que lo que realiza el gobierno, pero el complejo ambiente de negocios y cambios regulatorios que enfrentan sectores como el de las energías renovables es preocupante. Aunque se ha dicho que el Presupuesto 2022 tiene una perspectiva de género, los programas de apoyo a las mujeres siguen siendo muy pequeños.
El gasto en ciencia, tecnología e innovación se mantiene por debajo del 1% del PIB, difícil de entender en un mundo donde el conocimiento es la palanca del desarrollo económico. La pandemia nos enseñó lo importante que es apostar por la ciencia y tecnología; las vacunas han permitido retornar poco a poco a la normalidad, mientras la digitalización permitió impulsar el trabajo a distancia y las clases virtuales.
Los modelos de negocios de base tecnológica y la innovación siguen generando nuevos sectores con gran perspectiva como las Fintech y el Blockchain, aunque la poca participación de las mujeres en carreras STEM sigue siendo todo un reto. Sorprende que el gasto en salud siga siendo bajo en términos relativos, en un mundo donde las pandemias y las enfermedades crónico-degenerativas serán algo recurrentes y requerirá de una mejor infraestructura hospitalaria y de acceso a medicamentos.