El Presidente ha optado por una lógica sencilla, pero perversa: todo lo malo que pasa en el país deriva de los actos realizados en los sexenios inmediatos recientes; todo lo bueno a lo que se puede aspirar radica en gobiernos de hace décadas o siglos; y la cereza en el pastel es que él no es responsable de nada. Así, esos tres componentes se entrelazan entre sí en todo lo que hace el Presidente, incluyendo su nefasto desplante de autoridad y autoritarismo mañanero diario.
En esta forma y proceso de no gobernar se requiere una dinámica confrontativa, misma que ubique el discurso descalificador contra quien dirigir la ira matutina. Así tenemos entonces que hay los pugilistas en turno contra quien se convoca su elevación a enemigos del régimen. No por mérito o reales razones, simplemente porque el primer mandatario no cuenta con nada que presumir en básicamente ningún rubro, ninguno. Mejor hablar de rivales que del desastre de administración.
En el turno al bateo han subido algunos obvios como adversarios de partido, gobernantes anteriores, y personas que le son no afines. Al agotar esos grupos se lanzó contra otros como empresarios, generadores de energías, e incluso mujeres. Después se lanzó contra clasemedieros e incluso los padres de niños con cáncer. Y ahora en fecha más reciente de plano abrió hostilidades contra la máxima Casa de Estudios, rompiendo así los límites de quienes incluso en sus filas hubieran podido imaginar como destinatarios de la crítica y arrogancia presidencial.
Y entonces las preguntas obligadas: ¿qué pretende el Presidente con estas ofensivas irracionales?, ¿a quién beneficia este ataque visceral a sectores que son ajenos a una pugna política normal?, ¿por qué no cambia el Presidente su forma de administrar su tiempo en el gobierno para concentrarse en temas realmente importantes?
La realidad es que el Presidente vive en otro mundo en que los problemas reales no existen y que lo único que importa es mantener la dialéctica de combate permanente, hablándole a sus bases para decirles que les está vindicando sus reclamos (algunos legítimos, y otros que ni entienden ni sabían que existían). El engaño es sistemático, pero indudablemente bastante eficaz hasta ahora. Difícil estimar hasta cuándo durará el hechizo a sabiendas que todo se derrumba en el país.