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#ColumnaInvitada | El último paso: la reforma constitucional

En la reforma eléctrica hay argumentos engañosos, por ejemplo, la participación de generación privada, pues en realidad no significa competencia y sí se desaparece de facto el mercado eléctrico.
mar 02 noviembre 2021 11:59 PM
ley eléctrica
La rectoría que se le dará a CFE es uno de los puntos a debate de la reforma.

Antes de iniciar su sexenio, el presidente López Obrador anunció que no haría reformas constitucionales durante sus primeros tres años de gobierno. En particular, aseguró que no cambiaría el marco legal del sector energético, del cual haría una evaluación sobre su funcionamiento y, de ser necesario, sería hasta su tercer año de gobierno cuando propondría cambios legales.

Sin embargo, en la práctica, los cambios regulatorios y administrativos no tardaron en presentarse, deteniendo el desarrollo del sector al cancelar las subastas de largo plazo y las rondas petroleras en una primera instancia. Después, la Comisión Reguladora de Energía (CRE) disminuyó significativamente la aprobación de permisos a grado tal que, para el caso de generación de energía eléctrica, no se ha otorgado ni un solo permiso para la iniciativa privada en un año.

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Después, la Secretaría de Energía estableció la Política de Confiabilidad que buscaba cambiar el acceso a las redes de transmisión y distribución, así como el criterio de despacho económico. Sin embargo, la Suprema Corte invalidó buena parte de estos criterios. Luego, en febrero y marzo de 2021, se aprobaron reformas a las principales leyes del sector energético: la Ley de la Industria Eléctrica y la Ley de Hidrocarburos. Ambas, hasta el momento, se encuentran suspendidas por el Poder Judicial.

Entonces, el último paso para cambiar de fondo el marco legal vigente es la iniciativa de reforma constitucional en materia energética que el Ejecutivo envió a la Cámara de Diputados el pasado 30 de septiembre, cuyo contenido ya es ampliamente conocido, y que actualmente está pendiente de discusión en el Poder Legislativo.

Esta iniciativa engloba todos los cambios que esta administración había buscado implementar en el sector energético, por medio de leyes, políticas, acuerdos y modificaciones regulatorias, durante la primera mitad del sexenio.

Sin embargo, la defensa de la iniciativa de reforma ha estado rodeada de desinformación y la complejidad técnica de algunos temas ha llevado a argumentos erróneos o a proponer soluciones para problemas que realmente no existen. A continuación, se explican y se aclaran los tres argumentos principales al respecto.

En primer lugar, se habla de que el Estado debe retomar la rectoría del sector a través de la planeación y el control del sistema eléctrico, bajo el argumento de que ahora son las empresas privadas quienes tomaron el control.

Sin embargo, el texto constitucional actual, en sus artículos 25, 27 y 28 otorga al Estado, de forma exclusiva, la planeación y el control del sistema eléctrico nacional, así como del servicio público de transmisión y distribución de energía eléctrica.

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Así pues, el Estado nunca ha perdido la rectoría del sistema. Prueba de ello es que la planeación de todo el sistema se encuentra en el Programa para el Desarrollo del Sistema Eléctrico Nacional (PRODESEN), cuya publicación es facultad exclusiva de la Secretaría de Energía.

Por otro lado, se insiste en que sólo con la reforma se logrará la confiabilidad del sistema. Se ha reducido este concepto a contar con energía suficiente para atender la demanda de electricidad, argumento bajo el cual se busca justificar que únicamente la CFE puede lograrlo, pues es a través de ella que el Estado atendería las necesidades de la población.

No obstante, en realidad, para tener confiabilidad, se requiere que esta satisfacción de la demanda eléctrica se haga en condiciones de suficiencia y Seguridad de Despacho, para lo que existen criterios como los contenidos en el Código de Red y que deben ser atendidos por todos aquellos interconectados y conectados a la red.

Estos criterios son desarrollados y aplicados tanto por el regulador (la CRE) como por el operador independiente del sistema (el CENACE). Por tanto, eliminar a ambas instituciones para integrarlas a la CFE implica el riesgo de sujetar criterios altamente técnicos, como los contenidos en el Código de Red, a decisiones políticas, dejando de garantizar entonces la propia confiabilidad que se dice buscar.

En segundo lugar, se defiende la iniciativa asegurando que ésta no propone eliminar la participación privada, pues se permitirá que las empresas compitan de forma “justa”, con “piso parejo” y con un límite de hasta 46% de participación en la generación de electricidad.

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En este sentido, el argumento es engañoso, pues la participación de generación privada no significa competencia. Al establecer el “área estratégica de electricidad”, la iniciativa desaparece de facto el mercado eléctrico y, en consecuencia, la competencia, pues convierte a la CFE en un monopolio y un monopsonio, al ser el único comprador de energía eléctrica, así como el único oferente de ésta.

Finalmente, y este es el punto que ha estado presente en todos los intentos de modificar el marco legal y regulatorio, se encuentra la propuesta de cambiar el orden de despacho, es decir, el orden en el que se inyecta la electricidad al sistema. La forma en la que se determina el despacho económico no está establecida en la Constitución, por lo que no se requiere cambiarla para ajustar los criterios.

Tal parece que lo único que busca la iniciativa es dar el control absoluto a la CFE para despachar toda su electricidad, sin tomar en cuenta principios económicos o de eficiencia, lo que iría en detrimento de los ciudadanos mexicanos al incrementar los costos de la electricidad, así como las emisiones de gases de efecto invernadero.

El marco legal y regulatorio vigente no está exento de mejoras; sin embargo, no requiere de una reforma constitucional para atender los problemas que actualmente existen. Debatir sobre las áreas que se pueden cambiar para mejorar el suministro eléctrico que reciben todos los mexicanos puede ser positivo, pero ese ejercicio deliberativo no se debe sustentar en falacias y exageraciones, sino en argumentos y análisis.

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Notas del editor:

La autora es consultora especializada en temas energéticos en Integralia (@Integralia_MX).

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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