El premio Nobel de la Paz suele honrar a líderes políticos, diplomáticos o religiosos; a activistas, científicos, organismos internacionales u organizaciones de la sociedad civil. Este año, sin embargo, los galardonados han sido, por primera vez en la historia del premio, dos periodistas: Maria Ressa y Dmitry Muratov. “Por sus esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión”, dice el anuncio, y “porque representan a todos los periodistas que defienden ese ideal en un mundo en el que la democracia y la libertad de prensa enfrentan condiciones adversas”.
Ressa es fundadora y directora de Rappler, un medio digital filipino que ha documentado incansablemente la arbitrariedady la desinformación con las que gobierna el presidente Rodrigo Duterte, quien con el pretexto de la guerra contra las drogas ha desatado una violencia sin precedentes contra la población civil. Muratov es fundador y editor en jefe de Novaya Gazeta, el periódico independiente más importante de Rusia y, por lo mismo, hostigado una y otra vez por el Kremlin –cinco de sus colaboradores (Igor Domnikov, Yury Shchekochikhin, Anna Politkovskaya, Anastasia Baburova y Natalia Estemirova) han sido asesinados en circunstancias, por decir lo menos, ávidas de esclarecimiento.