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Una incierta pero audaz maniobra mexicana

México ha trasladado su viejo reclamo contra el tráfico de armas por la frontera norte del vacilante ámbito de las gestiones diplomáticas al audaz terreno del litigio estratégico.
mié 18 agosto 2021 12:05 AM
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La demanda mexicana contra fabricantes de armas busca frenar el libre paso de éstas a México.

El gobierno mexicano acaba de demandar a varios fabricantes y distribuidores de armas estadounidenses en una corte federal de Massachusetts. Al hacerlo, ha trasladado su viejo reclamo contra el tráfico de armas por la frontera norte del vacilante ámbito de las gestiones diplomáticas al audaz terreno del litigio estratégico. Es la primera vez que un gobierno extranjero recurre al sistema judicial estadounidense para enfrentar a esa millonaria industria y que lo hace, además, argumentando de acuerdo al régimen de responsabilidades civiles previsto en la ley de ese mismo país –es decir, conforme a su propia legislación doméstica–.

México se ha propuesto, en suma, enfrentar a un influyente adversario en su cancha y en sus propios términos. El resultado es incierto, pero la cordura y el valor de la maniobra son inequívocos.

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El timing de la demanda, además, es muy atinado. El de las armas es un grupo de interés todavía poderoso pero que ha perdido fuerza. Primero, porque en la opinión pública se ha consolidado una mayoría que prefiere una regulación más estricta, que el acceso a las armas esté más restringido y que se vuelva a prohibir la venta de armas de asalto . Segundo, porque las finanzas del lobby de las armas se han visto mermadas tras múltiples escándalos, litigios y malos manejos, al grado de que su capacidad de gasto para apoyar candidaturas y campañas electorales, hacer cabildeo legislativo o movilizar a sus adeptos con agresivas campañas publicitarias, ya no es la que era. Y tercero, porque tras la implosión trumpista algunos sectores del partido republicano parecen dispuestos a reconsiderar sus posiciones en este tema, además de que los demócratas controlan ahora tanto el Congreso como la Casa Blanca. Los vientos soplan en una dirección propicia, pues, para intentar un lance como el que está ensayando el gobierno mexicano.

El caso, no obstante, tiene sus bemoles. Acusa a los fabricantes de hacer cosas moralmente reprobables pero que no necesariamente son ilegales. Por ejemplo, diseñar aditamentos que permiten escalar la capacidad de fuego de sus armas, crear modelos o hacer publicidad que resulten atractivos para el mercado criminal mexicano, no incluir marcas o dispositivos que permitan rastrearlas, o no impedir que sus armas se vendan varias veces y a cierto tipo de compradores, digamos, con antecedentes o perfiles cuestionables. La argumentación mexicana es muy persuasiva en cuanto a la irresponsabilidad que representan ese tipo de prácticas comerciales y a los daños que provocan, pero no tanto en lo relativo a demostrar que en efecto constituyan una violación de las normas estadounidenses.

La demanda mexicana se cuida de no señalar a los gobiernos federal ni a los estatales, tampoco al Congreso ni a las legislaturas locales, pero lo cierto es que el tráfico ilegal de armas hacia México sería inexplicable sin la negligente complicidad de todas esas autoridades. Sea por cálculo político, por preferencia ideológica, por estar capturadas o por mera incompetencia, se trata de un fenómeno que no es ajeno al ámbito de sus facultades. Otro aspecto problemático es el hecho de que entre las empresas demandadas estén varios proveedores con los que el gobierno mexicano realiza transacciones legales y a los que no parece que vaya a dejar de comprarles. Es, por decir lo menos, una incongruencia.

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Con todo, dada la complejidad de la relación con Estados Unidos y la gravedad de la violencia que padece México, estamos ante una situación en donde lo ideal probablemente sería enemigo de lo posible. Por lo demás, es difícil que la justicia estadounidense vaya a darle la razón al gobierno mexicano en este litigio. Pero es una batalla que el gobierno mexicano hace bien en dar y cuyas consecuencias, aún si la pierde, pueden elevarles costos a los acusados, mejorar la posición de México en la mesa de negociaciones bilaterales e incluso contribuir a la presión interna que se está generando en Estados Unidos contra una industria a la que urge llamar a cuentas.

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Nota del editor:

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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