Esas consideraciones nos llevan a pensar que Claudia Sheinbaum se posiciona como la heredera de la cuarta transformación, Marcelo Ebrard como el corrector de excesos y Ricardo Monreal como el caballo negro rebelde.
1. La heredera. Se considera que el presidente López Obrador siente predilección por Claudia Sheinbaum para sucederlo. Sin duda, la jefa de gobierno tiene muchos atributos pero quizá la explicación más sencilla sea que en las sucesiones los padres se inclinan por los hijos. AMLO ve a Sheinbaum como su hechura y siente que con ella su legado, políticas y programas serán preservados. Sheinbaum lo entiende, acepta y proyecta. En la medida en que los eventos presidenciales de alto perfil se realicen en la Ciudad de México, la vinculación entre el presidente y la jefa de gobierno se darán de manera natural y ALMO continuará transfiriendo su aura a Sheinbaum. De cierto modo, el colapso de la Línea 12 ha sido una bendición disfrazada para Sheinbaum. A raíz de la pérdida de la Ciudad de México en la elección de junio, el presidente se ha volcado a arroparla, ha acusado a los conservadores de atacarla y le ha dado recursos y consejos para construir su candidatura. Así se puede entender el reforzamiento del gabinete de Sheinbaum y el papel de AMLO como negociador con Carlos Slim y desactivador de crisis. El padre en defensa y abierta promoción de la hija. Pero la cercanía a AMLO genera suspicacias y resistencias. AMLO sabe que Lázaro Cárdenas no pudo imponer a Francisco J. Mújica.
2. El corrector de excesos. Marcelo Ebrard es un político hecho en luchas paralelas a las de AMLO. Se ha abierto camino con su propio esfuerzo y, como AMLO, ha sufrido persecución y agresiones. Ebrard busca la presidencia por un anhelo de poder tan fuerte como su deseo de reivindicación. En 2012, cuando Ebrard cedió su lugar a AMLO como candidato presidencial del PRD lo hizo por deferencia, no por reconocerle paternidad, con la expectativa de ser correspondido. Ebrard es hombre de proyectos e ideas propias. Sin desear enemistarse con AMLO, Ebrard escucha y atiende a los empresarios huérfanos que el gobierno ha descuidado y ofrece corregir los excesos que se han cometido. Sabe que es visto como un hombre inteligente con el que se puede hablar y negociar acuerdos ganar-ganar y se deja querer porque carece de una posición que le de una promoción nacional. Su proyección depende de que el presidente le compre la idea de que sus iniciativas lo convierten en estadista internacional. Por eso la relación con Estados Unidos, las críticas a la OEA, el liderazgo latinoamericano y la compra de vacunas, son el cebo de Ebrard para que el presidente adopte su agenda y le comparta el reflector.