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#ColumnaInvitada | El daño histórico

Normalmente hay que esperar el juicio histórico. Hoy en México no es necesario. Los daños que dejará este gobierno requerirán muy probablemente al menos una década para repararlos.
mar 20 julio 2021 06:20 AM
El presidente en una de sus mañaneras. (Foto: Video Presidencia)

La historia es sabia. No hay duda que de los errores que se cometen en el pasado se puede aprender mucho para evitar repetir conductas que sean nocivas. Es importante que aunque por naturaleza somos falibles, no nos hagamos daños innecesariamente. Resulta un ejercicio claro y contundente, particularmente en un momento en el desarrollo de la humanidad en que lo que abunda es información en tiempo real.

No obstante lo anterior, tal parece que existen muchas culturas que no han podido superar el caer en los mismos hoyos. Y en esa ruta México no está exento. A pesar de los grandes tropiezos del pasado, incluso en épocas relativamente recientes, es evidente que no aprendemos y que en los momentos actuales irresponsablemente nos quieren llevar a situaciones e ideas ya obsoletas, y además de alta peligrosidad.

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El caso concreto tiene que ver con los daños que supone el romper el funcionamiento de los sistemas democráticos de nuestro país, mismos que han costado tanto tiempo y esfuerzo de varias generaciones para su creación y gradual consolidación. No nos confundamos. A nadie conviene que existan personas que acumulen facultades y poderes. Esto no es una cuestión de nombre y apellido. Es un tema fundamental. Para que un país aspire a realmente progresar y lograr avances, la única posibilidad tangible es que se haga en base a tres bases críticas: libertades, instituciones y Estado de Derecho. Cualquier otra historia es demagogia y engaño. El banco no se sostiene si no tiene esas 3 patas.

Podemos hablar de muchas cosas que han sucedido en el país para impulsar la gradual creación de muchas piezas que hasta hace 3 años venían gradualmente dando un avance democrático real. A pesar de que ciertamente se dieron fenómenos indeseables de corrupción y abusos (particularmente en el sexenio inmediato pasado), lo cierto es que los índices de pobreza sí se abatieron, la infraestructura creció, los sistemas educativos se encaminaban a mejorías reales de calidad, el mercado de energía apuntaba a mejores resultados de costo y eficiencia, y muchos otros factores de mejora en calidad de vida. Todo esto se acabó. Bajo la premisa de todo lo anterior es malo, sacaron la bola de acero.

Tristemente ahora se encumbró un sistema de gobierno que tiene como propósito fundamental minar la democracia. Su diseño es binario, o se está con ellos o contra ellos. No cabe la disidencia. El discurso polarizante diario busca que la división se profundice. Aunque no dan resultados en nada, logran la distracción con la simulación de que derriban molinos de viento que ellos crean y que dan satisfacción al revanchismo fomentado.

No nos engañemos, le apuestan a la destrucción sistemática. Aunque no les importe dejar cenizas a su paso y en cuanto agoten sus plazos, no hay ánimo de mejorar nada. El único mérito es que si son vengativos y atacan a sus fantasmas, eso da la sensación de cumplir algo, en particular el de debilitar a quienes tengan “privilegios” (sin importar si fueron obtenidos lícitamente y como resultado de trabajo y tiempo).

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Así la 4T provoca con sus actos el romper con las posibilidades que existieron para permitir la construcción de un país justo y de méritos. En su lugar se fomenta que las complicidades se recompensen, y las críticas (aún y cuando se hagan con apoyo en la ciencia y datos duros) se desestiman como ataques conservadores y neoliberales, palabras que no quieren decir nada pero que son parte de la narrativa estigmatizadora.

Aquí lo importante es ver las verdaderas intenciones de lo que viene. Nos enfrentamos a 3 años muy complejos porque la 4T lleva prisa de completar su ruta destructiva. En su sistema no cabe la auto-corrección o enmienda ante errores. De ninguna manera. La idea es destruir a como dé lugar. Lo que sí es que se generan muchos distractores para quitar la atención de las verdaderas acciones.

Hechos son claros. La Ley Zaldívar, los ataques al INE, los apoyos a las tiranías (Cuba, Nicaragua y Venezuela), el desprecio por las víctimas y los enfermos, y la nula empatía ante el desastre de la nación, refleja la verdad de lo que se vive en este mal gobierno. Todo fruto de alguien que se siente el dueño absoluto del país, de la verdad, de la legitimidad, y de su propia realidad.

No podemos seguir en una ruta pasiva. Tolerar los abusos de quien hoy gobierna es la apuesta equivocada. Que nadie se equivoque pues nada bueno viene de ello. La segunda mitad no será mejor. Quieren destruir todo lo que sea distinto a su absurdo diseño de país. Ahora incluso habiendo vivido de criticar el pasado, quiere que se preste atención a su sucesión para que no se hable del terrible presente. Nulos resultados.

Normalmente hay que esperar el juicio histórico. Hoy en México no es necesario. Ya sabemos que este gobierno es criminal y lesivo. Los daños requerirán muy probablemente al menos una década para repararlos. Así de grave lo que estamos viviendo. Es un barril sin fondo.

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Notas del editor:

Juan Francisco Torres Landa es Miembro Directivo de UNE.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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