Así la 4T provoca con sus actos el romper con las posibilidades que existieron para permitir la construcción de un país justo y de méritos. En su lugar se fomenta que las complicidades se recompensen, y las críticas (aún y cuando se hagan con apoyo en la ciencia y datos duros) se desestiman como ataques conservadores y neoliberales, palabras que no quieren decir nada pero que son parte de la narrativa estigmatizadora.
Aquí lo importante es ver las verdaderas intenciones de lo que viene. Nos enfrentamos a 3 años muy complejos porque la 4T lleva prisa de completar su ruta destructiva. En su sistema no cabe la auto-corrección o enmienda ante errores. De ninguna manera. La idea es destruir a como dé lugar. Lo que sí es que se generan muchos distractores para quitar la atención de las verdaderas acciones.
Hechos son claros. La Ley Zaldívar, los ataques al INE, los apoyos a las tiranías (Cuba, Nicaragua y Venezuela), el desprecio por las víctimas y los enfermos, y la nula empatía ante el desastre de la nación, refleja la verdad de lo que se vive en este mal gobierno. Todo fruto de alguien que se siente el dueño absoluto del país, de la verdad, de la legitimidad, y de su propia realidad.
No podemos seguir en una ruta pasiva. Tolerar los abusos de quien hoy gobierna es la apuesta equivocada. Que nadie se equivoque pues nada bueno viene de ello. La segunda mitad no será mejor. Quieren destruir todo lo que sea distinto a su absurdo diseño de país. Ahora incluso habiendo vivido de criticar el pasado, quiere que se preste atención a su sucesión para que no se hable del terrible presente. Nulos resultados.
Normalmente hay que esperar el juicio histórico. Hoy en México no es necesario. Ya sabemos que este gobierno es criminal y lesivo. Los daños requerirán muy probablemente al menos una década para repararlos. Así de grave lo que estamos viviendo. Es un barril sin fondo.
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Notas del editor:
Juan Francisco Torres Landa es Miembro Directivo de UNE.
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