b. Las instituciones funcionan: Aunque no nos debería sorprender, quedó claro que el INE y todo el andamiaje ciudadano generó un proceso confiable y que se defiende solo. El vaticinio de desconfianza y desastre se cayó por los suelos. Las instituciones son importantes y deben apuntalarse en todos los campos de actuación respectivos. Cualquier otra propuesta es populista, retórica, regresiva y destructiva.
c. Los partidos políticos requieren reflexionar: Son los eslabones necesarios e indispensables entre la ciudadanía y el gran proceso de decisiones democráticas. Pero les urge una fuerte renovación y contacto con la realidad. Los líderes hegemónicos deben soltar riendas y generar espacios nuevos si aspiran a tener legitimidad y éxito. Sin candidaturas realmente atractivas no podrán remontar en la confianza ciudadana.
c. La delincuencia organizada es un riesgo real: Quizá la lección más dolorosa de esta elección es que hubo una penetración real y ominosa de la delincuencia organizada al impactar con violencia (quitando a candidatos incómodos), acuerdos funestos (sumisión de candidatos), y operación real en el día de la elección (acarreo y compra de votos). El legado: territorios muy amplios en los cuales no solamente hay presencia de bandas delincuenciales, sino que ahora controlarán la gestión pública por las deudas que adquirieron con ellos las autoridades electas bajo su sombra e influencia. Gravísimo problema que nos afectará de manera irreversible si se permite su fincamiento permanente. Inadmisible que el Presidente diga que “la delincuencia organizada se portó muy bien”.
d. El congreso federal debe operar: Es urgente que las distintas fracciones parlamentarias funcionen en un clima de debate, construcción de ideas, y toma de decisiones. Se perdió una oportunidad importante para haber dado mayores balances y contrapesos. Es un gran problema que el partido mayoritario se dedique a aprobar cambios legales sin consenso. Deberán pensar bien en no aprobar “sin cambiar ni una coma”.