Hay tres formas en las que se justifica la consulta popular. Todas relacionadas con crear ilusiones, más que soluciones.
La primera es diciendo que la consulta será para juzgar a los expresidentes corruptos. Una gran ilusión del pueblo de México. Lamentablemente la consulta no es para eso porque, como ha dicho el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia, no es legalmente posible hacer una consulta para ello. Este argumento es simple y llanamente falso.
La consulta busca capitalizar la ilusión de un enjuiciamiento, sin que suceda en realidad. Es una tomada de pelo.
La segunda justificación para la consulta es decir que su meta no es enjuiciar expresidentes, sino subir los ánimos de la gente. Crear un clamor público en contra de la corrupción. Este argumento no se sostiene porque ese clamor ya existe. De hecho, esa es la razón por la cual López Obrador llegó al poder.
Más aún, el único que se ha negado a aplicar la justicia a los expresidentes ha sido el presidente mismo pues, como dijo en su toma de protesta, no quiere ir “contra los de mero arriba” porque “no habría juzgados ni cárceles suficientes, y lo más delicado, lo más serio, meteríamos al país en una dinámica de fractura, conflicto y confrontación”.