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La democracia no acaba en el voto, empieza

Esta elección nos obligó a votar entre dos opciones, una tan destructiva como la otra y ambas igual de mediocres. La peor oferta electoral de la que tenga memoria este opinador.
lun 07 junio 2021 11:59 PM
Dos habitantes de Iztapalapa colocan sus votos dentro de las urnas.
Habitantes de la Alcaldía Iztapalapa acuden a las distintas casilla colocadas al rededor de esta demarcación para elegir alcalde, diputados y representantes en el congreso capitalino para los próximos tres años.

Para quienes tenemos algo de interés en el país, y más si hemos participado en la vida pública, este proceso electoral puede ser el más desmotivante y frustrante en la historia reciente.

Y no por la parte institucional. El INE nuevamente demuestra, con guante blanco a sus críticos, que hace un trabajo impecable. Y los ciudadanos insaculados nuevamente demuestran su compromiso con la democracia; además de lo positivo de una tan alta participación para una intermedia.

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El proceso es decepcionante por la calidad de la contienda. Candidaturas mediocres, de todos los colores; campañas vacías, inútiles y polarizantes; y un gobierno abiertamente injerencista.

A reserva de confirmarse los resultados oficiales el miércoles, podríamos anticipar que las encuestas serias y profesionales estaban más cercanas a la realidad, aunque sobrevaluando a Morena. Pero al final, la 4T mantiene mayoría simple en la Cámara de Diputados.

El rango de Conteo Rápido del INE sigue siendo muy amplio, pero podemos hablar de que en la mitad alta del rango, la mayoría de la 4T sería bastante cómoda, no tan lejana de los 300 Diputados.

Como se esperaba, la 4T pierde la mayoría calificada, al tener un desgaste natural del ejercicio de gobierno, y al recomponerse las dinámicas locales electorales después de la atípica elección de 2018. Pero no de manera tan grave como muchos auguraban.

Mientras que la aliancista oposición recupera diputaciones, aunque en un nivel menor de lo que las encuestas sensacionalistas que vaticinaban la derrota triunfal de la 4T predecían. La recuperación, si bien importante, no les da para controlar la agenda legislativa; esa sigue siendo del Presidente.

Lo lamentable de estos resultados es que no era tan difícil haberle quitado incluso la mayoría simple, pero la alianza antinatura mermó esa posibilidad con todos sus errores. Lo que perdió el Presidente fue por errores propios y dinámicas naturales, no por estrategias opositoras.

Muchos se enfocan en si Morena como partido tiene o no mayoría. Al final, siendo pragmáticos, eso pasa a segundo plano. Lo importante es si el Presidente tiene o no mayoría, y la tiene con sus alianzas. Faltará ver por cuánto se prostituye el PVEM, como lo ha hecho siempre.

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Lo más relevante en términos negativos para la 4T sería, de confirmarse, la serie de importantes pérdidas que tuvo en la Cdmx, su principal bastión. Un muy mal resultado para Claudia Sheinbaum, quien al menos hasta antes del domingo era la más presidenciable.

Ganarían, si acaso, a la mitad de las alcaldías, perdiendo plazas sorpresivas como Azcapotzalco (cuyo alcalde es de lo muy poco que hay valioso de la 4T y muy bien evaluado) o Cuauhtémoc. Y el Congreso local por primera vez desde 1997 no sería aplastante.

En cuanto a gubernaturas, la historia es muy buena para el Presidente. Faltan definirse algunos estados muy competidos (sorpresivos como Campeche). Pero a partir de este año la 4T tendrá por lo menos la mitad de las gubernaturas del país. Primordial para la estrategia territorial presidencial.

Esperemos que la oposición, lejos de festinar, entienda que no le fue tan bien como le pudo ir, y que la 4T no está tan endeble como quieren creer.

Lo más lamentable es que, independiente de los resultados finales, en esta elección estamos perdiendo todos. Ningún escenario permite vislumbrar un cambio positivo en la situación política del país, mucho menos en la polarización y división social que todos los bandos están promoviendo.

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Esta elección nos obligó a todos a votar entre dos opciones, una tan destructiva como la otra y ambas igual de mediocres, que ningún interés tienen en mejorar al país. La peor oferta electoral de la que tenga memoria este opinador.

Por un lado, un gobierno visiblemente incapaz de dirigir los rumbos de México, con el único interés de trascendencia personal del “líder”, que no se da cuenta que no tiene lo mínimo para trascender.

Un gran comunicador con un discurso social sólido, pero vacío de acciones. Un personaje movido solo por el profundo resentimiento y rencor, alimentados por sus prejuicios obsoletos; pero sin la menor intención de sacar adelante a México.

Sus agoreros y defensores en la elección, muchos de ellos funcionarios públicos sin vocación ni institucionalidad, en buena medida son movidos más por ánimos profundos y añejos de revancha; y se desvivieron por replicar todas las malas prácticas que tanto criticaron en los anteriores.

Acólitos, todos, incapaces de reconocer y aceptar los errores y los daños del actual gobierno, la regresión en tantos aspectos, la confrontación y la división.

Y del otro lado, una alianza antinatura de partidos cooptados por personajes que nada conocen de esos partidos, improvisados que no saben de política de alto vuelo ni de su historia. Dirigencias que nunca quisieron entender el ánimo social y el mensaje electoral de 2018.

Partidos que en el pasado reciente permitieron toda clase de abusos y excesos, y que alejaron a los cuadros serios. Que se alejaron de la ciudadanía y que hoy son incapaces de reconocer todos sus errores y mucho menos de hacer una disculpa pública.

Como dijo el payaso macabroso, nos deben una disculpa a todos “del saqueo, de la pobreza, de la desigualdad, de sus privilegios, de los desaparecidos, de los feminicidios, de las fosas, de las estafas maestras, de los odebrechts, de las casas blancas, de la guerra contra el narco…”.

Sus defensores, actores públicos que los promovieron bajo el argumento fatalista de que el país está en llamas, “peor que nunca”. Olvidando, movidos más por su fobia al actual Presidente, que el país está donde está justo porque esos a quienes ahora defienden lo construyeron a pulso.

Incapaces de reflexionar cómo, al menos desde 1997, las instituciones democráticas y la administración pública han estado bajo ataque constante por los gobiernos en turno, permitido por muchos de los que hoy tanto los defienden como la única opción.

En todo este entorno, la sociedad, todos los actores sociales, han estado completamente ausentes en el mejor de los casos; en algunos otros, complacientes por decir lo menos. Lejanos de nuestras obligaciones democráticas.

Esperando, como a Godot, que alguien más venga a arreglar todo lo que se cree que está mal, sin la menor intención de hacer un esfuerzo, como si nosotros no tuviéramos responsabilidad en ello.

No podemos ya quejarnos como sociedad de lo que estamos viviendo, si no estamos dispuestos a cambiar nosotros mismos. Lejos están aquellos movimientos sociales, como el médico o estudiantil de los 60 que motivaron la gran reforma de 1977; o de los 80 que llevó a la gran reforma de los 90.

Desde la “alternancia”, con la competencia electoral, la ciudadanía se fue haciendo más apática, más desinteresada. Creemos que con ir a votar ya cumplimos. Y después, solo vituperar y criticar, pero nunca proponer y actuar. Por eso es tan exitoso un gobierno como el actual con su base social.

El país de hoy no es culpa de los políticos únicamente. Ellos solo son reflejo de lo que somos como sociedad: individualistas, comodinos, conformistas y discriminadores.

Si queremos en verdad cambiar la realidad de México, y tratar de corregir el rumbo hacia 2024, el único cambio que importa es el nuestro como sociedad. O nos ponemos las pilas, nos interesamos por el país, nos informamos y participamos activamente, o cada día será más tarde para México.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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