México vive una crisis de seguridad pública que ha permitido que los cárteles de la droga continúen operando de manera normal y afianzando nuevos territorios para consolidar su poder criminal, poder de fuego, poder económico y por ende ampliar su poder político. Para lograr esto, las empresas criminales han entendido que la mejor forma de infiltrar al aparato político es desde sus entrañas, es decir, imponiendo candidatos a modo. La violencia extrema es la mejor manera de sembrar la política del miedo y la intimidación, una especie renovada del “plata o plomo” para los policías, pero ahora dirigida a la clase política del país.
El proceso electoral del 2021 será el más importante del país en la época moderna, por la cantidad de puestos de elección popular que están en juego, de este modo; la delincuencia organizada ha decidido participar muy a su modo, tratando de cooptar a los candidatos conocidos invitándolos a trabajar con su causa, si se niegan, son asesinados y le venden el “favor” al candidato de la oposición, con una doble carga y obligación, le despejaron el camino y si no acepta cooperar, el destino que le espera, inevitablemente será la muerte.