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#ColumnaInvitada | Datos matan relatos

En lugar de hechos lo que vemos son puros dichos. Así las cosas, los asuntos urgentes se acumulan y se derrumba la simulación de que “vamos requetebién”.
vie 05 marzo 2021 12:12 PM
Analistas esperaban un descenso en las solicitudes de beneficio por desempleo. (Foto: AP)
La pandemia ha impactado en una caída del empleo en el país.

La situación del país es realmente delicada. No hay un solo indicador que nos dé alguna señal de alivio. Economía, salud, seguridad, trabajo, justicia, educación, etc., todos nos muestran que si bien es cierto había problemas que atender del pasado, en los últimos 2 años se ha retrocedido en todo. Aún lo que funcionaba bien se destruyó.

Las áreas que requerían atención, ciertamente, se plantearon como la base de la oferta electoral en 2018. Las expectativas eran amplias de que vendrían cambios realmente substanciales para generar una mejoría muy necesaria y deseada en el país, particularmente en rubros en que abusos y excesos del pasado erosionaban una buena parte del potencial de desarrollo parejo. La expectativa era real y tangible, aún entre los electores que no favorecieron la opción ganadora en las boletas en julio de 2018 (dos terceras partes de todos los electores).

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Pero lo que hemos visto en todos estos ya más de 2 años es algo muy diferente a lo que se esperaba sucediera. La única consistencia ha sido una forma de comunicación y narrativa en base a mensajes simples (simplistas), enganches con esperanza de mejoría, y una insistencia enfermiza con conceptos reiterativos de lucha contra la corrupción, la mafia en el poder, los conservadores, los neoliberales, los privilegios del pasado, y una serie de dichos sin mérito pero muy pegajosos (me canso ganso, primero los pobres, frijol con gorgojo, ya chole, etc.).

El problema es que esta forma de operar un país tan complejo como México, y la manera de asumir que se puede destruir todo el aparato de gobierno y reemplazar con ocurrencias, simplemente no da resultados viables o margen de maniobra. Los resultados han sido tan adversos que aún los más cercanos colaboradores del Presidente admiten en corto que se ha perdido la brújula. Los servidores públicos que han dimitido (que ya son varios del gabinete y puestos relevantes) han confirmado su queja común de que no hay posibilidad de disenso.

El problema estructural es que la ausencia de contrapesos es manifiesta. En el gabinete no hay quien emita opiniones independientes (y quien osa hacerlo es desmentido o ignorado). Las mayorías simples (y en la de Diputados aún la calificada) del Congreso Federal están a completa disposición del Presidente. El Poder Judicial ha mostrado en muchos casos estar supeditado y no querer fijarle un alto contundente a las evidentes violaciones constitucionales derivadas de decisiones del Presidente. Y como cereza del autoritarismo se atacan a todos los órganos autónomos para eliminar a quienes entran en disonancia con el gobierno federal. El Presidente solo en la cúspide del poder sin límites.

Pero aún con su relativo éxito, la estrategia de comunicación del gobierno federal no puede con algo más potente: la realidad. Y es que en lugar de hechos lo que vemos son puros dichos. Así las cosas, los asuntos urgentes se acumulan y se derrumba la simulación de que “vamos requetebién”. Es insostenible en base a puros dichos suponer que la desolación que se vive en todo el país y por la absoluta mayoría de la población será ignorada. No cuando tenemos mortandad esparcida por violencia, pandemia y colapso económico. Los daños son no solamente severos, sino en muchos casos ya irreversibles. Por ejemplo, las estimaciones económicas es que el nivel del PIB de 2018 y el ingreso per cápita pueden tardar entre 5 a 10 años para recuperarse.

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En ese contexto algunos de los engaños que estamos viendo tienen que ver con dichos y hechos: (a) Primero los pobres: más de 10 millones de personas se sumaron a las filas de la pobreza; (b) Cuidaremos el medio ambiente: con el uso masivo de carbón y combustóleo se impacta la sustentabilidad y la salud de los mexicanos; (c) Combatiremos la corrupción: el gobierno federal hace asignaciones directas en casi un 80%; (d) Pacificaremos el país: nunca habíamos tenido tantos muertos por violencia, rebasando ya los pasados 2 sexenios; (e) Regresaremos a la fuerzas armadas a sus cuarteles: hoy casi todas las tareas relevantes del gobierno están ya en manos del ejército, militarismo exacerbado; y (f) Dominamos la pandemia: con 180K muertes oficiales y 400K no oficiales, estamos próximos a ser el país con más decesos.

De esta manera es evidente que la apreciación de las cosas en el país no puede seguirse manejando como hasta la fecha. La retórica de engaño matutino es inviable. Y es que los datos duros se siguen acumulando para entender el impacto de lo que las malas decisiones y caprichos generan para el país en el día a día. Ni siquiera ante dichos temas el Presidente o su gobierno corrigen el rumbo. Y no lo hacen porque asumen que pueden seguir abusando sin consecuencias. Pero se equivocan. Y es que los datos matan los relatos. Son esos datos duros y el conocimiento de su impacto lo que harán posible que la ciudadanía emita su juicio con su voto masivo el 6 de junio próximo. Con el voto llegaron, con el voto se irán. Votemos para botarlos.

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Notas del editor:

Juan Francisco Torres Landa es Miembro Directivo de UNE.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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