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Los halcones del obradorato

Recordar el Halconazo no es solo un acto de memoria: es una exigencia de justicia. Y es también una denuncia de la hipocresía de quienes, ayer verdugos, hoy se disfrazan de salvadores.
lun 09 junio 2025 06:01 AM
bartlett ventiladores
En el sexenio pasado, gracias a López Obrador, Manuel Bartlett Díaz despachó con poder absoluto como director de la CFE, apunta Jorge Triana.

Este 10 de junio se cumplen 54 años del Halconazo, o Matanza del Jueves de Corpus, una de las represiones más cruentas ordenadas por el Estado mexicano contra su propia juventud. Ese día de 1971, estudiantes que marchaban pacíficamente por las calles de la Ciudad de México fueron emboscados por un grupo paramilitar entrenado por el gobierno: Los Halcones. El saldo fue trágico: decenas de muertos —muchos ejecutados extrajudicialmente— y cientos de heridos y desaparecidos. Fue, sin duda, uno de los episodios más oscuros del autoritarismo del viejo régimen.

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Pero lo más perturbador no es solo lo que ocurrió entonces, sino lo que ocurrió después: funcionarios que formaban parte del régimen represor del 71 fueron rescatados por Andrés Manuel López Obrador y colocados en posiciones clave, bajo el manto de la autoproclamada “cuarta transformación”. Morena, que se dice heredero del movimiento democrático, recicló a varios de los personajes que conocieron —o quizá participaron— de cerca en aquella jornada de sangre y violencia.

Ahí está, por ejemplo, Manuel Bartlett Díaz, director general de Gobierno en la Secretaría de Gobernación, encabezada entonces por Mario Moya Palencia, en aquel 1971. Es decir, la dependencia señalada como responsable de coordinar el operativo del Halconazo. Años después sería secretario de Gobernación con Miguel de la Madrid, de Educación con Carlos Salinas, y operador electoral del fraude de 1988. En el sexenio pasado, gracias a López Obrador, despachó con poder absoluto como director de la CFE.

Está también Ignacio Ovalle Fernández, entonces jefe de la oficina de la Presidencia durante el gobierno de Luis Echeverría Álvarez, el principal responsable político del Halconazo. Ovalle no solo fue cercano a Echeverría: fue su mano derecha. Tras encabezar Conasupo durante el salinismo, López Obrador lo premió colocándolo al frente de Segalmex, donde se gestó el mayor desfalco de recursos públicos en lo que va del siglo XXI. De haber encubierto la represión, pasó a integrar el llamado “gabinete de la transformación”. Y, por supuesto, está Alejandro Gertz Manero, el actual fiscal general de la República. En los años 70, fue uno de los operadores de la temida Operación Cóndor de la PGR, una supuesta estrategia antidrogas desplegada principalmente en el norte del país. Lejos de combatir al narco, la operación sirvió para militarizar regiones, perpetrar torturas, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales de jóvenes opositores, y para consolidar pactos criminales entre cárteles protegidos y mandos federales. Hoy, Gertz concentra un poder sin contrapesos en la Fiscalía, al servicio no de la justicia, sino del régimen.

¿Dónde quedó la congruencia? ¿Cómo puede un movimiento que presume combatir los abusos y excesos del pasado tener en sus filas a quienes ayudaron a construir y operar ese mismo pasado?

La represión del 71 no fue un accidente. Fue una decisión política, ejecutada con brutalidad, por el aparato de Estado. Y los hombres que la orquestaron —por acción u omisión, desde oficinas gubernamentales, gabinetes presidenciales y estrategias de seguridad— no solo no han sido juzgados… regresaron al poder durante el sexenio pasado.

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López Obrador adoptó a estos viejos halcones como propios. Los protegió, los reinsertó y los empoderó. Nunca buscó una transformación: diseñó la restauración del viejo régimen y formalizó la impunidad institucionalizada. Y Claudia Sheinbaum no parece interesada en cambiar de rumbo, menos aún con la reciente toma hostil del Poder Judicial disfrazada de “democracia participativa”.

Recordar el Halconazo no es solo un acto de memoria: es una exigencia de justicia. Y es también una denuncia de la hipocresía de quienes, ayer verdugos, hoy se disfrazan de salvadores.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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