La fórmula de Peña Nieto para controlar la información se centró en mecanismos más indirectos y “sofisticados”: cañonazos de dinero en publicidad oficial. Peña gastó 60,000 millones de pesos en publicidad durante su sexenio, de los cuales la mitad se concentró en tan solo 10 medios. Para el final de su sexenio, estaba gastando 449% más de lo que le aprobaba el Congreso.
López Obrador está utilizando una estrategia distinta. Su objetivo es apabullar a los medios mediante flujos descomunales de información entregada de manera tediosa e ineficiente, y peor aún, reducir el acceso a fuentes primarias de información mediante sus reformas al INAI.
Para lograrlo, dedica gran cantidad de tiempo a comunicar los logros de su gobierno mediante interminables conferencias, matutinas y vespertinas, y videos en fin de semana. Aun si los medios no reportan todo lo que dice, sí tienen que dedicar una cantidad importante de recursos a darle seguimiento. La mañanera es un ejercicio repetitivo e ineficaz, una suerte de fuerza bruta que evita que el periodismo mire a otros lados.
Más aún, el formato de comunicación de López Obrador está cuidadosamente planeado para transmitir los principios de la 4T e iluminar sus diferencias con otras fuerzas políticas. En ella, López Obrador se pinta justo como quiere pintarse: abierto, valiente y cercano a la gente. La mañanera no solo es información, es también un recordatorio de las virtudes de su gobierno.
#QuéPasóCon los organismos autónomos como el INAI?