Detecto una enésima iteración de esa maniobra en la columna de Gibrán Ramírez, a propósito del conflicto postelectoral en Estados Unidos, publicada ayer en Milenio. Dice que Trump y los trumpistas que asaltaron el Capitolio son “síntomas” de una “sociedad excluyente”. Que hubo “desaseo” en el conteo de votos, que los demócratas generaron un “desorden intencionado” que terminó siendo un “caldo de cultivo propicio para la narrativa trumpiana”. Y que “el poder” renunció a tratar de convencer al bando perdedor y, en su lugar, optó por silenciarlo. No existe ninguna evidencia que avale semejantes afirmaciones, pero el autor escurre el bulto acusando que su texto se topó con “la renuncia a dialogar y la sordera de la condena”. No, pues sí.
El sistema electoral estadounidense tiene muchísimos defectos, pero el triunfo de Joe Biden y Kamala Harris fue claro y contundente. Y lo ocurrido en el Capitolio no fue una manifestación que exigiera justicia para ciertas comunidades marginadas, fue un ataque contra la institucionalidad parlamentaria por parte de grupos militantes del supremacismo blanco. La respuesta del Congreso y las plataformas de redes sociales no fue una reacción autoritaria, fue un acto en defensa de la democracia contra un movimiento que insiste en no reconocer su derrota e intentó imponerse violentamente contra la voluntad de una mayoría ciudadana.
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Identificar a los golpistas del miércoles pasado en Washington, D.C., como “sectores subalternos” que vieron en el liderazgo de Trump una posibilidad de “inclusión política” es desconocer el papel crucial que la defensa del privilegio blanco y el racismo han desempeñado como combustibles de la coalición trumpista. Cas Mudde ha postulado una distinción muy relevante para aclarar ese punto: hay populismos que proponen la inclusión de grupos desfavorecidos (por ejemplo, indígenas, trabajadores, pobres o campesinos) y populismos que buscan excluir a las personas que les significan una suerte de otredad amenazante (por ejemplo, inmigrantes, musulmanes, negros u homosexuales). Los populismos en América Latina suelen ser del primer tipo; en Europa, del segundo.