La preocupación por regular este asunto se empezó a presentar a partir de octubre de 2018. En los 21 años previos solo se habían redactado sesis proyectos de reforma sobre el chapulineo. El partido que más iniciativas ha promovido sobre el tema, es Morena, seguido por el PAN.
Entre los proyectos de reforma se pueden encontrar algunas iniciativas radicales como las de Efrén Leyva Acevedo (PRI) y Hortensia Noroña (PRI) para expulsar u obligar a renunciar al cargo a los diputados que cambien de partido.
Hay también proyectos que impiden a los congresistas cambiar de partido durante el primer año de la legislatura; que los habilitan para cambiar de partido solo una vez durante su encargo; o tener que militar durante al menos un año en un partido para poder ejercer cargos de representación popular bajo sus siglas. Estas iniciativas, que son mucho más realistas fueron promovidas respectivamente, por Laura Rojas (PAN), Lizbeth Guerra (Morena) y Jesús Sesma (PVEM).
Finalmente, queda por preguntarse si este fenómeno se puede evitar, o al menos controlar en un futuro cercano. En mi opinión, los diputados chapulines son una fauna política endémica que difícilmente se erradicará de nuestra democracia. En primer lugar, cualquier reforma que restrinja a los diputados para asociarse al partido que más les convenga, puede ser combatida bajo el argumento de que es violatoria de sus derechos políticos. En todo caso, si el asunto llegara hasta la Suprema Corte, esta tendría que establecer si se antepone el derecho de asociación de los políticos a derechos como el buen gobierno o la representación justa de los ciudadanos que habitan en un distrito o una circunscripción y que votaron por un producto con publicidad engañosa.