La noción de las cuatro transformaciones está basada en una cronología muy tradicional de la historia mexicana, en una concepción típicamente épica del pasado, centrada en los “eventos fundacionales” de la nación (Independencia, Reforma y Revolución) y en la figura tutelar de los “héroes que nos dieron patria”. No es casualidad que el logotipo oficial del gobierno lopezobradorista sean precisamente las efigies de Morelos e Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas. Es difícil que con la madera vieja de ese entarimado conceptual pueda edificarse alguna innovación o reinterpretación importante. Al contrario. Con esos materiales la conmemoración parece destinada a ser más un ejercicio de restauración que de imaginación histórica.
Además, la visión de López Obrador de la conquista está lastrada de contradicciones. Incurre en el lugar común de fecharla en el evento de la caída de la gran Tenochtitlán, y al hacerlo la priva de un contexto histórico más amplio (que incluya, por ejemplo, las disputas entre las distintas poblaciones que habitaban la región mesoamericana, o la trayectoria de la invasión española entre 1517 y 1523) sin el que resulta francamente inentendible como proceso histórico.
Luego está todo el tema de las disculpas. Por un lado, les pide a España y al Vaticano que se disculpen por las “violaciones a los derechos humanos” que hubo en ella; pero, por el otro, él mismo la excluye de su catálogo de grandes transformaciones históricas, negándole su papel como hecho ese sí inaugural de una transformación harto significativa y mucho más trascendente que cualquiera de las otras en las que insiste en concentrarse. Y si de pedir disculpas se trata: ¿para cuándo las de México a las poblaciones originarias, las más pobres, excluidas y despojadas de derechos, siempre recordadas como símbolo político pero siempre olvidadas de la mano de las políticas públicas, y a las que seguimos denominando “indígenas” –a pesar del origen colonizador de ese término, que niega su diversidad y las homogeneiza conforme a una perspectiva que no es el de ellas sino la de los propios conquistadores– todavía cinco siglos después?