El pasado 22 de diciembre las dirigencias del PRI, del PAN y del PRD formalizaron la alianza opositora con la que pretenden, afirman, quitarle la mayoría en la Cámara de Diputados al movimiento de la Cuarta Transformación, a pesar de que las encuestas arrojan peores resultados para la oposición juntos y revueltos, que por separado.
Nuevamente, carentes de propuestas y agendas, todos los partidos opositores confluyeron mediante una sencilla operación matemática: repartirse los distritos electorales como si de un botín de guerra se tratara para intentar sobrevivir en un momento crítico en el que bajaron sus prerrogativas y desaparecieron sus moches.