Militarización: aunque se dijo una y otra vez en campaña que a las fuerzas armadas se les regresaría a sus cuarteles, no tardó AMLO en tomar las riendas del país para ver con qué rapidez se iba a utilizarlas en actividades incrementalmente importantes. No solamente tomaron el control pleno de seguridad pública a través de la Guardia Nacional, sino que se metieron ya en aduanas, puertos, distribución de hidrocarburos, entrega de medicinas, construcción de aeropuerto, edificación de sucursales bancarias, y un aumento en su participación presupuestal. La penetración castrense es peligrosísima porque la disminución de las tareas civiles puede implicar efectos irreversibles, en un país en que lo que menos requerimos es diluir funcionamiento institucional y ceder espacio a la milicia.
Educación: a pesar de que es obvio que la mejor alternativa para una verdadera movilidad social lo constituye tener una educación de calidad para que las personas puedan mejorar su remuneración y calidad de vida, en este sexenio se entregó el control de la calidad de la instrucción en las escuelas de regreso a las fuerzas sindicales. En lugar de apostar a que se pudiera mejorar la calidad de los conocimientos que se imparten, se pagaron los servicios electorales del magisterio y se les entregaron los jugosos recursos presupuestales. Muy atrás quedaron los sueños de ver en algunos años educación similar a los de los países que han tenido éxito con apuestas de largo plazo. De paso erosionaron a los maestros, muchos de ellos, que sí estaban de acuerdo en estimular y reconocer las mejorías.
Energía: en lugar de poner al centro de la ecuación al usuario de los servicios de energía, se ha determinado que cumpliendo otro capricho presidencial se deban reestablecer las condiciones monopólicas y abusivas de las empresas del estado en la materia (Pemex y CFE), destrozando la competitividad y la idea de tener un mercado maduro y con pretensiones y tendencias de reducción de tarifas. En esta fase destructiva se ha llegado al absurdo de erradicar los proyectos de energías renovables para en su lugar dar paso a un incremental uso de carbón y combustóleo, exactamente lo contrario de lo que se hace en todo el planeta.
Sustentabilidad: ligado a lo anterior está el hecho de que el cuidado al medio ambiente ha sido erradicado como prioridad de gobierno. En su lugar ha imperado una definición de que sean proyectos de capricho presidencial lo que se privilegie como útil a pesar de que impliquen enormes riesgos ambientales e interminables consecuencias adversas para generaciones futuras. Así se construye una refinería devastando manglares y rompiendo equilibrios en una zona de contención, se construye un tren rompiendo una reserva de la biósfera, y se amplía un aeropuerto militar en una zona de valor arqueológico y con un diseño que implicará una saturación de tráfico, horas hombre de traslados absurdos, y emisiones extras sin sentido lógico u operativo alguno.