Los errores en las decisiones públicas sí tienen costo: es altamente probable que de no haberse presentado la pandemia de Covid-19 el resultado de la elección en EUA hubiera sido distinto. El arribo del virus evidentemente no es atribuible a Trump y su equipo, pero la negligente y deficiente forma en que manejaron la crisis sanitaria sí lo es. La acumulación exponencial de contagiados y decesos, la ausencia de medidas oportunas, y el desprecio por la ciencia y mejores prácticas generó un entorno en que la población advirtió que no todo puede ser simplemente hablar por hablar, y que si el que tenía que tomar medidas sensatas y relevantes no lo hizo, entonces la ciudadanía tenía que pasarle una factura equivalente en las urnas.
El electorado puede ver detrás de las mentiras y abusos: contrario a lo que se había venido sugiriendo de que alguien como Trump podía despacharse a expresar todos los días una serie de expresiones exageradas, inexactas o abiertamente falsas sin consecuencia alguna, esto finalmente tuvo que parar. Y es que bien sea por tweets, conferencias o boletines de prensa, el que un primer mandatario abuse de su cobertura para mentir compulsivamente, las posibles ganancias de corto plazo por complacer a sus seguidores en forma demencial no pueden ser sostenibles a mediano y largo plazo.
Los mensajes deben ser claros y puntuales: asimilando lo que ya parece ser una conducta permanente es que para ser eficaces ante el electorado, se requiere una comunicación precisa y puntual. Esa veta de oportunidad es una que Joe Biden no desaprovechó para empatizar con los sectores citados, sumado a los crecientes números de víctimas de las malas decisiones que la administración generó, dando así la combinación perfecta para lograr una victoria que se antojaba mucho más complicada hace algunos meses.
Las instituciones electorales son claves en una democracia funcional: aunque hay mucho que admirarle a los Estados Unidos de América en cuanto a su funcionamiento como país, el sistema electoral es uno que en muchos sentidos es anacrónico, impreciso, confuso y en opinión de muchos crecientemente anti-democrático (por el sistema indirecto del colegio electoral). La ausencia de una estructura nacional que diera mayor claridad, contundencia, precisión e inmediatez al proceso de conteo, adjudicación y confirmación de resultados es una clara tarea pendiente para nuestros vecinos del norte. Es por ello que en México se debe seguir enalteciendo y protegiendo a una institución como el Instituto Nacional Electoral y ser muy incrédulos ante quienes se atrevan a atacarlo o vulnerarlo, particularmente cuando esos ataques vienen desde el poder.
Los problemas no desaparecen en un día: uno de los principales temas a reconocer es que las elecciones significan sí un momento de importantes definiciones, pero de ninguna manera se puede colegir que por ese ejercicio queden sin materia los problemas de un país. En el caso concreto de los EUA no hay duda que existen cuestiones muy serias subyacentes de polarización económica, social, racial y cultural. Pero para el Presidente Biden la agenda está clara y contundente, tiene un país dividido y muchas heridas abiertas. Si no las cierran y solucionan, el triunfo electoral será efímero. Los políticos deben resolver los temas de fondo y no colgarse permanentemente de una victoria en las urnas o de culpar de todo a los antecesores.