En un proceso diplomático sin precedentes, el gobierno mexicano ha rescatado al general Salvador Cienfuegos, señalado en Estados Unidos de cuatro gravísimos cargos. Para conseguirlo, el gobierno ha recurrido a herramientas y argumentos pocas veces vistos en la relación bilateral. Ha amenazado con cortar la colaboración en materia de seguridad, por ejemplo.
En otras palabras, la Cancillería mexicana ha enseñado los dientes, que resultaron, si creemos en la versión oficial, mucho más filosos de lo que se sospechaba. Al final, el gobierno estadounidense optó por retirar los cargos a Cienfuegos en una decisión que la propia justicia de Estados Unidos ha dicho pertenece al universo de la política antes que la justicia.