Es curioso, sin embargo, que su obsesión por proteger la imagen de la Presidencia no se extienda a la imagen de México en el exterior, comenzando por la que proyecta él personalmente.
El miércoles, López Obrador compartió en redes sociales su largo discurso para la asamblea virtual de Naciones Unidas. Al presidente se le ve desaliñado, incómodo y mal encuadrado por la cámara, con la corbata chueca y el cuello de la camisa mal puesto. Todo esto es lo de menos (aunque tampoco es un asunto menor).
Lo realmente importante es el discurso. Como lo hace cada mañana y prácticamente a cada oportunidad, López Obrador decidió improvisar su discurso (una excepción, curiosamente, fue su discurso frente a Trump en la Casa Blanca). Y se notó. Escúchelo de nuevo, lector. El principio no tiene pies ni cabeza y lo siguiente no fue mucho mejor. Sin darse cuenta, quedó en ridículo al tratar de explicar la inexplicable no-rifa del no-avión presidencial. ¿Alguien habrá entendido a lo que se refería?
En otro momento, el presidente se ufanó de la importancia de Benito Juárez. Para confirmarlo, recurrió a una anécdota que le gusta: el padre de Mussolini –dictador fascista italiano, aliado de Hitler– lo bautizó como Benito en honor a Juárez.