La ausencia de contrapesos es un problema real en el país, en gran medida resultado directo de la apabullante inclinación a favorecer a Morena en la decisión electoral atípica de 2018 (en que el voto divergente se concentró en un solo color como reacción de rechazo a los abusos del sexenio en ese momento en ocaso). Pero se empieza a ver y a sentir ya con gran fuerza que emerge un movimiento diferente, en esta ocasión no de los sectores políticos tradicionales. No. Es ahora la ciudadanía, la sociedad civil, los colectivos, los líderes locales, los gremios regionales, los habitantes en general que han visto que es momento de tomar las riendas del destino y no ser meros espectadores.
Y no es para menos. Si la evidencia de la destrucción del país es tan evidente y el Presidente y su gobierno no están dispuestos a hacer nada al respecto, y en su lugar en su informe más reciente nos miente con vehemencia en cuestiones objetivamente indefendibles, no es lógico que los demás integrantes de nuestra sociedad permanezcamos impávidos. No podemos hacerlo porque ello nos haría cómplices del actual destino que es devastador. Y seamos claros, la reacción es necesaria porque, como en todo, son los sectores más desprotegidos a los que más se impactará, y es con ellos con quienes requerimos absoluta solidaridad antes de que se les vuelva a derribar una esperanza de cambio y condenarlos a una nueva disminución real de sus expectativas de mejoras en calidad de vida.
El reto es cómo sincronizar muchos engranes que no están necesariamente unidos. Hay un sentir amplio y creciente de muchísimos sectores que finalmente han despertado ante la necesidad de actuar. Sin embargo, el mosaico nacional es complejo. Las realidades son muy distintas en las diversas regiones del país porque hay muchos elementos distintivos y necesidades particulares heterogéneas. Y sin embargo, hoy en día la situación es tan grave en los temas más elementales, que hay hilos conductores básicos que nos unen.
Temas como salud, educación, trabajo, economía, seguridad, justicia, sustentabilidad, Estado de Derecho y equidad permean a todos y constituyen una agenda mínima común ciudadana. En esos valores no hay diferencias porque a todos conviene que se rescaten y fortalezcan. Son las columnas vertebrales del país que todos queremos y merecemos. Las cosas que nos dividen deben pasar a un segundo plano en un momento en que el buque se hunde y el capitán se dedica al engaño colectivo y propio mientras instruye a la banda musical no dejar de tocar los acordes de su preferencia.