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Ficción y realidad

La nación experimentando los peores embates de la situación en deterioro sistemático en algo que es real y tangible, y mientras tanto el presidente en una realidad-ficción.
vie 14 agosto 2020 11:58 PM
Crisis económica
Los indicadores muestran una situación de deterioro.

Vaya desilusión. Vaya frustración. Vaya decepción. La gran oportunidad que deseaba la verdadera izquierda mexicana absolutamente desaprovechada. Me puedo imaginar las reacciones de esa gran masa poblacional que depositó su confianza en quien encabezaba la oferta electoral denominada Juntos Haremos Historia en 2018 y que generó una enorme expectativa de cambios y logros. Pero la realidad ha sido muy distinta.

Nada de lo que se prometió se ha cumplido. Ciertamente, no en lo que toca a salud, trabajo, economía, seguridad y desarrollo. El país se está rompiendo frente a nuestros ojos.

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Lo que teníamos, por poco que fuera, se ha desintegrado. Ni lo más rescatable se ha escapado a la ola destructora que ha supuesto los designios del titular del Ejecutivo de no dejar ni una coma de lo que huela al pasado reciente.

Aunque curiosamente lo que sepa a los 70’s sí se pretende rescatar a como dé lugar: presidencialismo exacerbado, paraestatales monopolizadoras, contrapesos nulos, capacidades gubernamentales de gestión mermadas y, en general, ninguna base científica para tomar decisiones porque todo se decide en base a los caprichos e ideas sin estudio por el gobernante en turno. Ilusos los que pensamos que esas épocas ya se habían ido por completo.

Pero a pesar de la obstinación en no variar un ápice las decisiones vertidas para rescatar el momento en que gobernaba otro López (a quien se le apodaba Jolopo), hay un contrapeso que no es manipulable, ni siquiera con discursos matutinos diarios y otros distractores, y es la cruda realidad del país.

Las cifras (aún las oficiales) que sabemos existen en torno a lo que realmente pasa en el país no deja lugar a duda del impacto que un mal gobierno propicia, o por lo menos no controla o corrige.

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Entre tales datos destacan los homicidios dolosos (2020 rebasará los registros ya en su momento también récord de 2019), muertes por COVID-19 (ahora ya más de 55K y creciendo para presumiblemente llegar a más de 100K en unos meses), destrucción de la economía nacional (una reducción del PIB este año del orden de 18%), erradicación de empleos (algunos datos ya apuntando a 20 millones de plazas perdidas en una u otra forma), y la amenaza de una quiebra financiera (debido al incremento exponencial en el no pago de créditos bancarios en el momento en que se agote la tregua de 4 meses que se dio al inicio de la pandemia).

En otros momentos esta acumulación de datos tendría a la sociedad permanentemente en las calles demandando un giro de timón urgente. Eso no sucede aún, a pesar de que los niveles de aprobación de gobierno y presidente van en descenso claro, pero teniendo el presidente aún una mayoría simple a su favor por alguna especie de tolerancia o esperanza de que algo le salga bien. Pero no se ve en base a lo que declara o hace que haya capacidad o voluntad de enmienda. Primero se muere antes que virar la ruta al desfiladero a la vista. Parece que piensa que es heroico caer todos juntos, pues es de valientes no voltear a ver mientras él conduce.

Y, sin embargo, en su equipo cercano (no de asesores porque no le opinan nada) se nota la desesperación al saber que no hay mérito en las decisiones que se vienen tomando. Ya ha habido importantes dimisiones, renuncias y salidas extrañas a nivel de gabinete y puestos relevantes. El desorden y falta de entendimiento es tal que incluso el titular de Semarnat declaró hace unos días que no existe un solo plan o referencia clara de lo que la 4T signifique. Es decir, no existe una idea precisa de cómo conducir o hacia donde llevar al país.

En toda esta confusión parecería que hay temas que se podrían manejar mejor, por ejemplo temas de impartición de justicia, lucha contra la corrupción, pacificación del país, y en general el respeto al Estado de Derecho. Pero en estos temas nuevamente son los hechos los que determinan si se logran o no los objetivos. Veamos algunos casos de lo que realmente sucede.

En temas de impartición de justicia, los casos de Emilio Lozoya, Rosario Robles, y todos los que vengan, la exigencia es la misma, las acusaciones que se hagan deben provenir de carpetas de investigación sólidas, con pruebas y evidencia con rigor legal y científico, actividades en todo momento con apego a normatividad aplicable, y en general estricto cumplimiento con el debido proceso y Estado de Derecho.

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El riesgo que se advierte es que en muchos de estos casos no se están cumpliendo con dichos requisitos porque hay otros intereses políticos, revanchas, o coyunturas que orientan a sacrificar la solidez de los casos en aras de tener un resultado mediático, de distracción, y con combustible para la descalificación en la oportunidad, a pesar de que los casos no se vayan a sostener en el mediano o largo plazo.

Esto es preocupante porque si la premisa era agotar la corrupción y la impunidad, con estas trayectorias y maniobras se está haciendo exactamente lo contrario. No habrá señales claras de intolerancia a los abusos, sino tan solo el uso faccioso de las herramientas legales y la dilución sistemática y pauperización de las instituciones.

Por ello en la sociedad debemos exigir absoluta contundencia, transparencia, rendición de cuentas y plena legalidad en todos los casos que se presenten. El generar espectáculo es una forma vil de repagar la confianza depositada en las urnas. Así no es posible dar credibilidad a las ofertas de campaña que hoy se pisotean frente a nuestros ojos e incredulidad.

Es aún más perverso el caso cuando se sabe que estamos enfrentando la crisis sanitaria, de inseguridad, económica y pronto la financiera, más importante de los últimos 100 años y que su gravedad es en gran medida resultado de malas decisiones de gobierno y que para opacar esa realidad quieran aventar reflectores a otros temas aunque ello sea vulnerando la ley.

El caso del avión presidencial es otro que ofende. Nada de lo que se nos ha dicho es cierto. El avión no se puede vender. Se paga más por no usarlo. La comitiva se traslada en vuelos oficiales privados. El presidente no puede trabajar mientras vuela en aviones comerciales, pero llega al avión por la pista y no por donde pasan todos los pasajeros. Se siguen pagando las rentas del avión de cualquier forma. Y si el símbolo de los excesos del pasado lo constituye el valor del avión, pues resulta que en lo que va del sexenio tan solo CFE y Pemex han perdido el equivalente a varios cientos de aviones y la cifra se incrementa todos los días. Y la única decisión de peso es engendrar una rifa ficticia y extorsionando a empresarios para que compren boletos de un capricho irracional.

Así estamos hoy. La nación experimentando los peores embates de la situación en deterioro sistemático en algo que es real y tangible, y mientras tanto el presidente y su gobierno en una realidad-ficción en la que simplemente ignoran los hechos. Algo no está bien. Pero la simulación no puede ser eterna porque ha llegado el momento en que el luto por muertes, la frustración por bolsillos vacíos, el enojo por inseguridad creciente, y la tristeza por platos sin comida suficiente, no dan para seguir creyendo en una esperanza que no llegará. Aquí es donde la ficción acaba y la realidad debe dominar.

Nos toca a la ciudadanía rescatar el sentido común y enfilar los recursos a nuestro alcance para evitar que el golpe sea mortal e irreversible. Generemos las bases de un gran acuerdo nacional para enfrentar la situación, aún sin el apoyo del gobierno federal. Y en lo que esto ocurre tengamos muy claras las cuentas a exigir en las urnas el 6 de junio de 2021 en que precisamente pasemos de lo imaginario a la contundencia de una llamada de atención de que hay una voluntad ciudadana exigente y contundente. La ilusión óptica se acaba en las urnas.

Esperemos haya país a rescatar en esas fechas y reanudar la ruta de un mejor lugar para todos, ciertamente no de donde estuvimos con grandes defectos y abusos en sexenios recientes, pero sí con miras a propalar crecimiento, equidad, paz, justicia, educación, salud y orden para todos. Ciudadanía y fuerzas políticas mostrarán pronto que existen las condiciones para enarbolar una ruta distinta a la actual. Será esa plataforma amplia la que genere una nueva esperanza de variar el destino y lograr el país que todos queremos y merecemos. Al tiempo.

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Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es Miembro Directivo de UNE.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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