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Ayudar a obedecer

¿Para qué sirve un gobierno que no hace todo lo que podría hacer, que es incoherente en lo que le pide al pueblo y no crea las condiciones para que ese pueblo haga lo que le está pidiendo?
mar 11 agosto 2020 11:59 PM
Hugo López- Gatell
El secretario López-Gatell ha desechado la indicación del uso del cubrebocas.

Si las autoridades recomiendan no salir salvo para lo indispensable, pero al mismo tiempo permiten que se retomen actividades en tiendas, restaurantes, cines, museos, albercas y otros espacios, las personas vamos a confundirnos y comportarnos de manera errática. Por un lado, porque el mensaje no es claro ni congruente; por el otro, porque nuestra capacidad de procesar el riesgo en situaciones de incertidumbre está afectada por diversos sesgos.

Tendemos a interpretar nueva información de un modo que corrobore nuestras creencias previas en lugar de ponerlas en duda; a asumir que es menos probable que nos pase algo malo a nosotros que a los demás; a atribuir nuestras fallas a circunstancias sobre las que no tenemos control, pero las fallas de otros a actitudes que NO son más que su culpa.

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En un artículo publicado hace poco en The Atlantic ( https://bit.ly/3af8Q6L ), Tess Wilkinson-Ryan, especialista en psicología de las decisiones, lo sintetizó del siguiente modo: “conforme aumenta el desaliento, se vuelve cada vez más difícil resistir la tentación de condenar a las personas que no cumplen con las medidas de distanciamiento social. Esa condena, con todo, debería enfocarse en los gobiernos y las instituciones, no en las propias personas. Se les pide que decidan por sí mismas qué tanto arriesgarse; sin embargo, un siglo de investigaciones sobre los procesos de cognición humana muestra que las personas no saben evaluar bien el riesgo en situaciones complejas. Durante el brote de una enfermedad, lineamientos vagos y normas de comportamiento ambiguas desembocarán en razonamientos completamente defectuosos. Si un establecimiento al que sería una estupidez acudir está abierto, he ahí una falla de liderazgo”.

No es que los individuos estén exentos de cualquier responsabilidad, es que una calamidad sanitaria no puede resolverse apelando solo a la responsabilidad de los individuos. Y menos en un país con las múltiples y profundas desigualdades que hay en México.

Las personas no pueden hacerse cargo solas de un problema social tan vasto, tan grave y complejo como una epidemia. Así sea de coronavirus, de diabetes, de tabaquismo o de obesidad, en el fondo el argumento político es el mismo: el gobierno está obligado a asumir un papel decididamente activista, a comunicar y coordinar con eficacia, a intervenir con todos sus recursos y poderes para proteger la salud pública.

¿Para qué sirve, en su defecto, un gobierno que no hace todo lo que podría hacer, que no es coherente en lo que le pide al “pueblo” y que no contribuye a crear las condiciones para que esa “pueblo” haga lo que le está pidiendo?

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No hay planes ni apoyos para que la población se confine y no salga a trabajar, tampoco para que los negocios sobrevivan el confinamiento, pero quédate en casa que ya está reabriendo todo. El cubrebocas no sirve, es una medida apenas auxiliar, el presidente no lo necesita porque la suya es fuerza moral, hay que usarlo siempre. En su momento ocurrió el pico que advertimos, la primera semana de mayo, luego a mediados de junio, mas bien de julio, desafortunadamente estamos en agosto y la curva sigue subiendo. No es cierto lo que publicaron los medios internacionales; bueno, más o menos; o sea sí, nosotros siempre lo hemos dicho. Las protestas del personal médico por no tener insumos ni equipo de seguridad solo son para dañar la imagen del gobierno, los estamos atendiendo, un minuto de silencio para rendirles homenaje. Evitemos las comparaciones con otros países, son de mal gusto, en esta gráfica se observa que estamos mejor que Bélgica o España.

No por cómicamente absurdo es menos trágico. Hay mucho bienesar, muchas vidas y futuro de por medio. Porque gobernar una epidemia es cosa muy seria. No es improvisar sobre la marcha, dar recomendaciones por un lado y hacer cosas que las contradicen por el otro, ni trasladar la responsabilidad a la población y esperar que le eche ganas. Gobernar una epidemia es hacerse cargo y ejercer autoridad: decirle a la población qué tiene que hacer y ayudarla, por su propio bien, a hacerlo. Lo demás es renunciar a ser gobierno.

“La pandemia nos hizo replantear nuestra existencia en todo sentido”: Diego Luna

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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