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#ColumnaInvitada | Inseguridad “líquida” en México: un análisis

Estamos avanzando hacia un mundo de normalización del estado de crisis, una conjunción de las amenazas a la seguridad humana.
vie 31 julio 2020 11:00 AM
homicidio y extorsión
Inseguridad en medio de la epidemia de coronavirus.

El sociólogo polaco Zygmunt Bauman habló en su libro Vida líquida que la sociedad que la globalización derivó fue una sociedad individualizada marcada por la deconstrucción de las estructuras sociales y políticas del siglo pasado, así como por la dilapidación de los vínculos sociales y del cimiento mismo de las acciones solidarias. En la “sociedad líquida” impera el individualismo, lo cual hace que prolifere el miedo en la sociedad, y con ello, la violencia.

La sociedad mexicana no dista mucho de esta descripción. Busca la inmediatez de resultados en las estrategias gubernamentales, sin contribuir con su esfuerzo a alcanzarlos. El problema siempre es “de alguien más”, acto que se vuelve centrífugo hacia el gobierno y a la figura presidencial.

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El ciudadano mexicano no aprobaría ceder algunos de sus derechos a cambio de obtener mayor seguridad. Quiere cambios con el mínimo esfuerzo, respetándose el máximo de sus derechos, especialmente el de la libre expresión para disentir, criticar, odiar. No quiere sentirse observado por más cámaras, no quiere contribuir a la revisión de su vehículo, le incomoda la ley que le impide circular un día a la semana, le falta al respeto a los policías y también protesta por la participación complementaria de los militares en la seguridad pública; demanda sus derechos humanos, pero no cumple con sus obligaciones ciudadanas; exige justicia, pero no respeta la ley. Es un ciudadano permanentemente insatisfecho, y al mismo tiempo insensible y retraído para generar cambios.

La protesta es un medio cómodo: bajo el ejercicio del derecho de libre expresión, manifiesta su insatisfacción. Protesta desde la comodidad de su coche. Critica, pero no dialoga con los actores políticos de su representatividad electoral. Abandona la política, pero no construye políticas públicas. No diseña su futuro ni tampoco aprende de su pasado. Polariza su opinión porque no escucha a la otredad. Por todo ello, la inseguridad “líquida” crece en México como en el mundo, porque se alimenta de la insatisfacción ciudadana y de su pasividad para generar estrategias verdaderas de cambio.

El pacto social de Rousseau se rompe: mientras que el Estado trata de mitigar los miedos de la sociedad, el ciudadano vive en un mundo inseguro porque desacata la ley y debilita al Estado. Bauman lo señaló en “Daños colaterales”: un repliegue masivo de la población contrae su participación en la política institucionalizada, y genera el derrumbe de los cimientos sobre los que se apoya el poder estatal.

Los mexicanos tienen miedo y por eso generan conductas de exclusión y no inclusión. La inseguridad líquida no solo conlleva al aislamiento, sino al egoísmo, la falta de empatía y sensibilidad sobre la tragedia y al monopensamiento político. Por ello, hay una alza en el racismo y la discriminación.

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El espacio público es ahora de los delincuentes. La polarización de la sociedad y la normalización de su estado de violencia deriva de la falta de contacto con la otredad, el otro, la falta de interacción y convivencia en espacios comunitarios donde se fomenta la conciencia del bien común ha derivado en la normalización de la individualidad.

La pandemia del coronavirus ha llegado a erosionar los medios tradicionales (y sólidos) de interacción humana. Anteriormente, el individualismo era anormal. Con la pandemia, ahora el individualismo es una forma de sobrevivencia para el mexicano.

Los criminales se han aprovechado de las características de la inseguridad “líquida”. Han explotado los miedos en la sociedad para asumir su control. No temen a la ley, pero solo pueden temer a una cosa: el poder ciudadano, a la colectividad de individuos que ya no tengan miedo. Y éste no se conseguirá si la sociedad no supera el miedo “líquido” de los mexicanos está derivando en mayor violencia de género, mayor discriminación racial, un aislacionismo que está erosionando la política, y una mayor proliferación del delito.

Estamos avanzando hacia un mundo de normalización del estado de crisis, una conjunción de las amenazas a la seguridad humana: desastres naturales, devaluaciones y crisis económicas, crimen organizado, pandemias, afectaciones por el cambio climático y la destrucción de los ecosistemas.

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Por ello, solo le quedará rediseñarse como un ciudadano resiliente, vencer los miedos globales con mayor proactividad y resucitar al Estado. La resiliencia lo volverá más apto socialmente para enfrentar actitudes de cambio.

De acuerdo con la teoría del darwinismo social, los individuos mejor adaptados son los que saben sortear las amenazas a su seguridad que provienen de entornos hostiles. Vencer al miedo significa activar las alternativas de solución, y volverse más proactivo frente al riesgo. No tenerle miedo a la muerte, pues los mexicanos ya la conocemos.

El problema de la inseguridad se resolverá cuando el ciudadano sea consciente que la exigencia que le presenta a diario al Estado para que garantice la seguridad tiene que ser primero consigo mismo: respetando la ley y creando un imperio del orden, respetar y fortalecer las conductas estructurales en la vida líquida: la familia, las instituciones de la educación, de la democracia, la seguridad social, y de seguridad pública, como la Guardia Nacional.

Solo la solidez de una estructura como es el Estado podrá salvar al ciudadano de la inseguridad líquida, pero el ciudadano necesita salvar al Estado del abandono y al gobierno del colapso. El mexicano tiene que volver a la política, al diálogo, al debate para construir pequeñas líneas de acción que acumuladas logren cambien a la sociedad y al país. Convertir la crisis en aprendizaje, en reto, en ímpetu para trascender.

La inseguridad en la sociedad líquida solo se vencerá si vencemos el miedo y nos volvemos dueños de la crisis, no esclavos de ella. Construyamos solidez.

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Nota del editor: la autora es historiadora, maestra en Asuntos Internacionales con Especialidad en Política y Seguridad Internacional por la Universidad Anáhuac México.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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