Primero, para solidificar y expandir la clase media todos debemos tener acceso a la salud gratuita y a un retiro digno. Muchas personas en México dejan de ser clase media y caen en pobreza cuando se jubilan o se enferman. Esto no debe ser así.
El Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), que creó López Obrador, aspira a ser un sistema de salud universal. Eso está muy bien e incluso es mejor que la aspiración del Seguro Popular, cuya misión era curar 66 enfermedades. Lo malo es que el Insabi no puede cumplir su cometido porque no tiene suficiente dinero. De acuerdo con datos del CIEP, durante los últimos 10 años el gasto público en salud se ha mantenido entre 2.5 y 2.9 puntos del PIB cuando debería ser del doble. Por eso, los mexicanos tienen que pagar su salud de su propia bolsa. Mientras que en Latinoamérica los ciudadanos solo pagan el 28% de sus gastos médicos los mexicanos pagan el 41%.
Por su parte las pensiones dignas se han vuelto una cosa del pasado, una ficción. En 1997, se nos dijo que se tenía que cambiar el sistema de pensiones porque ya no alcanzaba para pagarlo. Era verdad. Lo malo es que se substituyó por un sistema de pensiones inexistente, un negocio de privados. Pronto los trabajadores del sistema de 1997 comenzarán a jubilarse y nos daremos cuenta de la simulación: su pensión será ínfima, no les va a alcanzar. Esto debe cambiar mediante la implementación de una pensión universal pagada con impuestos.
Segundo, se debe hacer justo el cobro de impuestos. Como bien dijo Carlos Urzúa, el principal problema del gobierno mexicano es que no tiene dinero. López Obrador dice que todo se arregla reduciendo la corrupción, pero no es así. Aún si el dinero del gobierno mexicano se usara honestamente, México tiene un presupuesto total que es inferior, en puntos del PIB, al de El Salvador.