Alma no tuvo tiempo para disfrutar su nuevo lugar en un corporativo bancario en la Ciudad de México. Antes de que comenzara a hacerlo, la empresa avisó a los empleados que deberían trabajar desde casa, debido a las restricciones impuestas por el gobierno capitalino para reducir el riesgo de contagios de COVID-19.
Aunque los servicios bancarios son considerados una actividad esencial, en su banco solo se mantuvo la atención presencial en las sucursales y el resto de los trabajadores contó con apenas tres días para alistarse para laborar a distancia.
“Es complicado porque, al ser servicios financieros, hay que mantener los candados de seguridad, tienes que cuidar los procesos”, dice la joven. “Además, el trabajo subió mucho: solicitudes para aplazar pagos de créditos o hipotecas e incluso amigos y familia que comenzaron a buscarme para contratar seguros de gastos médicos por el miedo a contagiarse de COVID-19”.