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#ColumnaInvitada | Por qué AMLO es el presidente correcto para esta crisis

El presidente es un político muy experimentado, que no escuchará demasiado, ni a favor, ni en contra, porque sabe cómo funcionan los intereses reales del país; esa es una de sus ventajas.
mié 24 junio 2020 06:20 AM
AMLO créditos por coronavirus
El presidente en una de sus conferencias mañaneras.

Clement Richard Attlee fue primer ministro del Reino Unido de 1945 a 1951; le ganó la elección a Winston Churchill por casi 14 puntos, después de que este último había conducido a los británicos a la victoria sobre los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

A pesar de la popularidad mundial de Churchill, las y los ingleses consideraron que el primer ministro que los había dirigido durante la guerra, tal vez no sería el mejor líder durante la paz. Aunque el gobierno de Attlee creó el Sistema Nacional de Salud y puso en marcha el Estado de Bienestar, pocos lo recuerdan en comparación con la figura mítica de Churchill (quien volvería a ganar en 1951, hasta su dimisión en 1955).

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Saber si el líder que elegimos estará a la altura de las circunstancias es difícil. Sin embargo, los antecedentes de quien encabeza no se pueden ocultar, así como su desempeño, en caso de que hubiera gobernado antes.

Bajo estos parámetros, Andrés Manuel López Obrador es el presidente que hoy necesitamos. Explico mis razones:

Para empezar, es un hombre de principios y valores de otra época y eso es fundamental en estos momentos. Vivimos en una sociedad que lleva, al menos, medio siglo con la mitad de su población sumida en la pobreza, que deteriora su propio medio ambiente, mientras un pequeño segmento concentra rentas y monopoliza sectores enteros de la economía, provocando un consumo en la débil clase media de corto plazo; cuya magnitud es tal, que hoy el debate es qué arriesgamos primero, si la salud o la economía.

Esos referentes que parecían caducos, hoy son los que impulsan una revisión mundial del sistema capitalista neoliberal, el mismo que el presidente lleva años criticando y que ahora lo ubica en una posición de vanguardia en el proceso de modificación del modelo económico y social del mundo. Esa coincidencia no fue involuntaria, sino resultado de su perseverancia de argumentos, un rasgo que le reconocen hasta sus críticos más acérrimos.

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De ahí deriva otra de sus cualidades para esta coyuntura, es un presidente que no es extraño al conflicto. Es más, a lo largo de su carrera le ha dado la bienvenida, porque le permite provocar los cambios que considera necesarios en una sociedad que, a sus ojos, despertó después de dormir mucho tiempo frente a la corrupción y que, en muchos segmentos, se guía por la doble moral.

Por eso, ya fuera como dirigente partidario o jefe de Gobierno, López Obrador no cambia de rumbo fácilmente y, en circunstancias como las actuales, esa firmeza es crucial en un mandatario, no importa de qué país se trate. Quienes lo rechazan, siempre podrán rebatir que esa tozudez le resta margen de maniobra; sin embargo, una de sus principales debilidades en su tercera campaña, y ahora en su gobierno, eran las concesiones políticas e ideológicas que hizo para ganar la presidencia. Dos ejemplos recientes fueron la adquisición de un préstamo del Banco Mundial, solicitado el año pasado (dentro del margen de endeudamiento, pero deuda al fin) y la estrategia de seguridad que sigue su administración con el Ejército y la Marina al frente por lo que resta del sexenio.

Sus malquerientes olvidan que es un político, uno muy experimentado, que no escuchará demasiado, ni a favor, ni en contra, porque sabe cómo funcionan los intereses reales del país. Los ha enfrentado, ha perdido contra ellos y ahora les ganó por una histórica mayoría. A pesar de que sabe bien que heredó un país con profundas carencias, preferirá dejar al juicio de la historia la evaluación de sus contrincantes, y de sus antecesores, sobre todo los que personificaron el deterioro social, político y económico que arrastramos, aunque de vez en cuando saque a la luz las intenciones de sus adversarios, como con el polémico documento de un supuesto bloque opositor a su gobierno.

Por eso es mentira que sea un autoritario (aunque mañana nadie lo acusará de tener un carácter fácil), simplemente porque ésta era la oportunidad perfecta para comprobárselo a sus opositores y ni una sola vez ha tomado el camino fácil para asegurar la sana distancia por la fuerza o reprimir protestas que se vuelven violentas, una tentación que pocos mandatarios lograron evitar; para mayor referencia, ahí está el caso de Jalisco.

Toma esa decisión, entre otras, porque es un presidente que tiene otro elemento diferente: es consciente a detalle de la historia, de la de sus antecesores y de la propia. Podría conformarse con ser un buen gobernante, como Attlee, pero quiere trascender, el anhelo final de todo dirigente. Así que empujará al máximo de sus capacidades el legado que quiere dejar en la memoria colectiva, que de paso es un libro de historia mucho más confiable que los oficiales.

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Tiene grandes posibilidades de lograrlo, gracias a una fortaleza clave en momentos de crisis como éstos, conoce el país mejor que nadie, y ya está de gira de nuevo para tomarle el pulso a la gente, hacerle saber que tiene un presidente cercano, y verificar que los recursos lleguen hacia donde hacen más falta en la transformación que busca cimentar.

Quienes lo rechazan afirman, con cierta esquizofrenia, que los programas sociales y los apoyos directos de su gobierno solo fomentan clientelas políticas, aunque por años han intentado hacer lo mismo sin obtener ni siquiera una fracción de la lealtad que le profesan millones de personas.

Nada de esto debería ser una sorpresa, ya lo hizo cuando era jefe de Gobierno. Su plan económico gira completamente en torno a inyectar recursos públicos, 10 mil millones de pesos diarios aproximadamente, a los segmentos más pobres, adultas y adultos mayores, a padres de familia, a trabajadores independientes y a pequeños negocios (similares a la tienda de abarrotes que tenían sus padres), para que no falte lo esencial en los hogares.

Esta idea tampoco es nueva, la diferencia es que ningún presidente anterior o convencional la hubiera puesto en práctica, menos si esa ruta pasa por emplear a miles de trabajadores en pequeños frentes de obra, a la par de hacerlo en los proyectos emblemáticos de su administración para frenar la ola de despidos que se avecina.

Al menos hasta el momento la caída económica parece coincidir con sus pronósticos, la recaudación es estable, el precio del barril del petróleo ha rebotado y el peso de aprecia frente al dólar en las últimas semanas. Si el comportamiento de las “benditas” remesas se mantiene, se alineará de nuevo con su predicción de que millones de paisanos fuera no dejarán que sus familias la pasen mal acá.

Y la polémica con el sector privado es, por decir lo menos, artificial. Un segmento, ese que prosperó unido al poder político de antes, se opone más por ideología y pérdida de derecho de picaporte, porque si revisamos lo bien que les fue a los grandes empresarios durante su gestión como alcalde, encontraremos que son casi los mismos a los que, seguramente, les irá mejor ahora que es presidente.

Ya son décadas en que los verdaderos expertos han pedido analizar al presidente López Obrador a la luz de sus acciones y no de sus dichos. Otros, menos objetivos, ven en él el mayor peligro para la supervivencia del modelo económico que inició en México en los años 80 y murió de corrupción, no de Covid-19, en la elección del 2018.

Para las y los ciudadanos, llega un momento de definición para respaldar un cambio radical por el que votamos una mayoría o dejar clara su oposición a éste; lo que no podemos ocultar es que, si algún presidente ha estado preparado para una crisis inédita como ésta, ese es Andrés Manuel López Obrador.

#EnFotos | En medio del COVID-19, un sismo 'espanta' a los hospitales de la CDMX

An earthquake in Mexico City

El sismo llega a los hospitales

El sismo de este martes hizo que hospitales capitalinos fueran desalojados momentáneamente.
Carlos Jasso / Reuters
MEXICO-QUAKE-HEALTH-VIRUS

Clínica Durango

El temblor coincide con la emergencia sanitaria aún vigente en el país. La CDMX es la entidad con más casos de COVID-19 y tiene a más de 4,000 personas hospitalizadas actualmente.
Pedro Pardo / AFP
MEXICO-QUAKE-HEALTH-VIRUS

Sismo y pandemia

La emergencia sanitaria hizo que, luego del sismo, ciudadanos se preguntaran qué había pasado en los hospitales que atienden a pacientes con COVID-19. Según las autoridades, no hubo daños en estos edificios.
Pedro Pardo / AFP
An earthquake in Mexico City

Pacientes COVID

Hasta la noche del lunes, en México se reportaban más de 185,000 casos confirmados acumulados de COVID-19.
Carlos Jasso / Reuters
MEXICO-QUAKE-HEALTH-VIRUS

Con cubrebocas

El personal médico y los pacientes que salieron de los hospitales lo hicieron usando cubrebocas. En contraste, muchos capitalinos que tuvieron que salir de sus casas o trabajos por el temblor olvidaron hacerlo con esta prenda.
Pedro Pardo / AFP
An earthquake in Mexico City

La CDMX, aún en rojo

La CDMX se mantiene hasta la fecha en semáforo epidemiológico rojo. Las autoridades esperan que pueda pasar a naranja el lunes 29 de junio.
Carlos Jasso / Reuters
MEXICO-QUAKE-HEALTH-VIRUS

Ocupación hospitalaria

El Gobierno de la CDMX asegura que la ocupación hospitalaria se mantiene en niveles manejables, pero espera que baje pronto. Ese indicador es clave para pasar al semáforo naranja.
Pedro Pardo / AFP
An earthquake in Mexico City

An earthquake in Mexico City

El paso del semáforo rojo al naranja significaría que la capital podría reabrir más actividades productivas y sociales. Actualmente solo pueden realizarse las consideradas esenciales, entre las que están los servicios médicos.
Carlos Jasso / Reuters

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Nota del editor: las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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