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¿Entonces quién sí cuenta?

El presidente de los pobres nada ha hecho por los desprotegidos, solo ha “trabajado” de forma asistencialista en favor de sus bases, esas que le aseguran un voto fácil, escribe Don Porfirio Salinas.
lun 22 junio 2020 11:59 PM
AMLO
El presidente no es un hombre de izquierda, al menos no de la sofisticada, progresista y con agendas sociales.

Ya en este espacio hemos dicho que el presidente no es un hombre de izquierda, al menos no de la sofisticada, progresista y con agendas sociales. Lo ha demostrado en todo su gobierno, pero más aún en los momentos sociales críticos, y nuevamente la semana pasada.

Si bien todo su movimiento hacia las elecciones presidenciales en las que contendió se dijo social, ahora que está en el gobierno ha ido “olvidando” esa vocación social que lo caracterizó, para dar paso a una personalidad mucho más excluyente y discriminadora.

Llama la atención que, en este proceso, no sólo se ha ido en contra de los grupos sociales que siempre consideró antagónicos a sus ideas, lo cual era de esperarse; sino contra grupos muy importantes que lo apoyaron en todas sus campañas y que fueron determinantes en 2018.

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Grupos representativos de causas y agendas sociales pendientes por décadas en México, que se fueron acercando a la izquierda, y que vieron en el hoy presidente alguien sensible a esas causas y que quería representarlas; o al menos, eso fue lo que les dijo para atraerlos.

Son esos grupos que, inocentemente, creyeron que el presidente realmente los reivindicaría, sin darse cuenta que nunca ha tenido causas ni agendas, solo consignas que al final no logra concretar, pues solo las usa para conseguir su objetivo: acceder al poder.

Por supuesto, estos grupos no son parte del grueso de su base de votantes. Representan a llamados grupos minoritarios o vulnerables más que a una mayoría popular. Tal vez por eso ahora los margina. Pero con su voto hicieron posible su amplia victoria y su avasalladora mayoría legislativa.

Hoy, ante la clara desesperación presidencial por la evidente incapacidad de conducir al país, y particularmente de sortear la crisis sanitaria y las consecuencias económicas por la inacción gubernamental, el presidente busca únicamente mantener firme a su base popular para 2021.

En este escenario, su discurso ha vuelto a su origen. A la polarización, la denostación, los señalamientos falsos o infundados, al “amarre de navajas”, a la confrontación de grupos. Porque eso es lo que alimenta a su base popular mayoritaria.

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Estos grupos que hoy están siendo agraviados a pesar de apoyarlo, no encajan en este escenario. Son segmentos más preparados, más educados, más leídos y viajados. Pero son sectores que sí cuentan con relevancia social a pesar de no ser multitudinarios algunos de ellos.

El divorcio entre el presidente y estos grupos se tornó insalvable a partir de las marchas y manifestaciones sociales por la violencia contra las mujeres desde febrero de este año. Mujeres que decidieron hacerse oír ante la desesperación de ser agredidas a diario en todos los entornos.

Para el presidente, estas manifestaciones de desesperación, enojo, miedo, frustración, impunidad y justicia no eran más que simples intentonas de sus enemigos por hacerlo ver mal. Un gran capital político que pudo aprovechar, prefirió aventárselo en contra por su insensibilidad e insensatez.

Su desprecio por las mujeres, aunque sorpresivo, no era nuevo. Desde el inicio de su sexenio emprendió una andanada contra ellas al cancelar servicios fundamentales como las guarderías, o como los refugios para mujeres víctimas de violencia. Misoginia velada pero evidente y profunda.

De inmediato llegó la pandemia, y con ella nuevos embates a otros grupos. Inexplicablemente, decidió emprender una guerra contra el gremio médico, quizás el más importante para atender y remontar la profunda crisis sanitaria, particularmente ante la ineficacia de López Gatell.

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No conforme desabastecer a los hospitales todo el sexenio, y en plena crisis dejar sin equipo de protección al personal médico, los acusó de mercantilistas, de sólo buscar enriquecerse. Olvidó que son los luchadores principales en esta crisis, y que han protagonizado históricos levantamientos sociales.

Y apenas la semana pasada, con evidente resentimiento, se fue contra una de las principales instituciones sociales de México: el CONAPRED. Una de las conquistas más emblemáticas de la izquierda mexicana, dinamitada por el primer presidente que supuestamente emanó de ella.

Con desparpajo y en tono burlón, después de la polémica por la invitación a Chumel a un foro (clara insensatez y error de juicio del CONAPRED), el presidente no solo dijo no conocerlo, sino que lo llamó innecesario.

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Que el presidente de un país con problemas tan profundos de discriminación, racismo y clasismo se atreva a tildar de innecesaria a la institución encargada de combatirlos es inaudito. El segmento poblacional agredido por sus comentarios es mucho más amplio de lo que él cree.

No conforme con eso, en la misma semana se termina de destruir a la Comisión de Atención a Víctimas (CEAV), que ya venía sufriendo por los recortes presupuestales que el presidente se negó a cancelar. Al renunciar su titular, el presidente prefirió ignorar a la institución.

Si un grupo apoyó al presidente en su lucha por el poder, justamente fue el de las millones de víctimas que tiene México. Fue de sus grandes postulados de campaña. Pero ahora, en lugar de fortalecer a una CEAV ignorada por Peña, prefiere seguir su camino y neutralizarla.

En un país en guerra, recrudecida por el actual mal gobierno, ya el haber destruido la CNDH al imponer a su impresentable titular era un golpe muy bajo. Y ahora, la CEAV. Ataque impensable a un grupo social ya muy dolido, y ahora burlado por su propio Presidente esperanzador.

Y ni hablar de comunidades como la LGBT, que justo está conmemorando su mes. Ni una sola mención presidencial. Parece desconocer que somos el segundo país en homofobia en la región, y en crímenes de odio. O de los indígenas, por quienes no ha movido un solo dedo. Curioso que los neoliberales conservadores hicieron más.

El presidente de los pobres nada ha hecho por los desprotegidos, más allá de ofenderlos. Solo ha “trabajado” de forma asistencialista y superficial en favor de sus bases masivas, esas que le aseguran un voto fácil. Ellos son los que cuentan; los demás, somos lo de menos.

Esa es la realidad del actual presidente que llegó gracias a décadas de lucha de la izquierda por la reivindicación social. Pero que de izquierda, no tiene ni la mano.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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