El otro frente, el que realmente debería ocupar la mayor parte de la atención de la opinión pública mexicana, es el que ofrece el verdadero diagnóstico del país. Eso incluye el mal manejo de la pandemia, la obstinación incomprensible de resistirse a un estímulo económico potente, el constante ataque a los órganos regulatorios autónomos y, por supuesto, episodios tan alarmantes como el asesinato del juez Uriel Villegas, en Colima. Éstos son los asuntos que realmente importan.
El presidente de México y su círculo cercano se han vuelto expertos, incluso más de lo que ya lo eran, en la distracción. Saben que si ocupan la agenda con una bola de estambre pegajosa e irresistible como el decálogo, el BOA o los pecados de Chumel, es menos probable que la sociedad mexicana se fije en lo que realmente debería indignarle. Hay que resistir la distracción. Ahora hay poco espacio para lo menos importante. No hay experto en economía, salud o seguridad pública que no advierta que sobre el país se han encaramado nubes oscuras. Hay que mirarlas con claridad y hay que atenderlas. Las otras, por divertidas que sean, no deberían merecer mayor atención.
Tras el asesinato de un juez, AMLO dice que "la intimidación no procede" | #EnSegundos
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