En medio de una crisis sanitaria y económica de proporciones planetarias, López Obrador insiste en su condición de referente en torno al cual han de definirse los tiempos históricos y las identidades políticas del país. Hay miles de muertos y contagiados, habrá millones de nuevos pobres y desempleados, pero la crisis no se trata de ellos: se trata de él y de su proyecto. La prioridad no es tener información oportuna y confiable para tomar decisiones, no es contar con recursos suficientes ni desplegar medidas eficaces para responder a la pandemia y sus efectos; no, la prioridad es reafirmar sus intensiones y sus antagonismos. El mundo colapsa, es momento de pronunciarse: ¿conmigo o contra mí?
Es difícil entender la megalomanía que hay en semejante planteamiento. El delirio de grandeza, la inflamada imagen de sí mismo, el trastorno narcisista que necesita padecer quien lo formula. Pero quizá es aún más difícil de entender que haya tantos adeptos y detractores, para el caso da un poco igual, dispuestos a admitirlo. A hacer como si de veras ese fuera el punto, que en esta emergencia solo hay de dos sopas: ser lopezobradorista o ser antilopezobradorista. Corea del Norte o Corea del Sur.