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#ColumnaInvitada | Suenan fuerte las campanas

AMLO y su equipo han gozado de impunidad política y jurídica, pero no somos masoquistas, y ya llevaron la tolerancia a su límite absoluto.
mar 05 mayo 2020 11:59 AM
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Juan Francisco Torres Landa R. es miembro del Comité Directivo de UNE México.

Desde el 2 de julio de 2018 he venido teniendo un zumbido en el oído que no me permite estar tranquilo sobre lo que pasa en el país. Al principio era un pequeño sonido casi imperceptible porque apenas era el inicio de señales sobre lo que podía cambiar en la situación política, económica y social en México. Sin embargo, con el tiempo en todos los meses desde entonces, ese ligero sonido se fue incrementando en frecuencia, intensidad y tono.

Esta figura del sonido en el oído me sirve para explicar la creciente preocupación que una absoluta mayoría de la población ha venido sintiendo respecto a lo que sucede en nuestro país. Y me refiero a la forma en que se toman decisiones en el gobierno federal. Lo que ha pasado, y hay que decirlo como tal, es que, como la anécdota de las ranas en una olla en la estufa, al no percibir el incremento gradual de la temperatura no reparan en saber que ya están en punto de cocción. Y ahí es donde estamos ahora, a punto de ebullición y muerte.

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El zumbido inicial se ha ido transformando en un ruido permanente, y hoy en una alarma ensordecedora. En mi entrega de apenas hace 15 días explicamos que se había perdido el rumbo y que la presente administración ya se había convertido en una oportunidad perdida. Pues ahora a apenas dos semanas de distancia (que parecen una eternidad estando en el encierro), el grado y ritmo de deterioro nos tiene ya con una situación que configura un incendio monumental.

Lo grave de la coyuntura es que el problema es descomunal porque se conjunta por un lado una pandemia mundial sanitaria (que ha generado una crisis económica global de proporciones épicas), y por el otro lado un gobierno federal cuya visión destructora y devastadora equivale a alguien que decide enfrentar el incendio con barriles de petróleo y gasolina (lo cual viene bien para la alegoría que presentamos porque AMLO y compañía tienen una fascinación con los hidrocarburos aunque no tengan idea de cómo manejar ese negocio salvo para aumentar el incendio nacional).

Pero hay que hacer una reflexión más profunda en este momento. Y la misma consiste en reconocer que estamos en esta situación en buena medida porque el problema radica más bien en nosotros (Gustavo Madero dixit). Me explico. Ya hemos enumerado en el pasado la cadena interminable de errores que se han venido cometiendo desde el 2 de julio de 2018 (en UNE México llevamos un registro de todas las pifias acumuladas al que denominamos Ineptómetro). Ante esa realidad es que tenemos que preguntarnos cómo es posible que se hayan acumulado tantas malas e irracionales decisiones y con tanta intensidad y frecuencia. Y la respuesta es sencilla, por un lado porque al parecer esa es la intención del gobierno en turno (Foro de San Paulo), pero también porque no hemos incorporado los mecanismos para que los desaciertos sean medidos contundentemente y generen un costo político para la persona titular y los responsables de su diseño y ejecución. Dicho de otra manera, AMLO y su equipo han gozado de impunidad política y jurídica.

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La autocrítica abarca muchos sectores. Partidos políticos desarticulados, líderes de oposición extraviados, cúpulas empresariales sumisas, organizaciones ciudadanas descoordinadas, analistas financieros inconsecuentes, círculo rojo desautorizado, y una población adormilada. Evidentemente, en esta lista hay destacadas excepciones de algunos grupos, instituciones y personas que han/hemos venido dando la batalla, pero a juzgar por el daño que se ha hecho al país y las perspectivas de lo que viene, hemos sido, francamente hablando, bastante malos en desempeño y decepcionantes en resultados. Por ello el que sí somos culpables.

Pero eso fue hasta ahora, y puede y debe cambiar. El nivel de destrucción y amenaza sobre la estabilidad política, económica y social de lo que vemos en el horizonte cercano es de tal magnitud que no nos podemos seguir dando el lujo de estar en las gradas de la cancha donde se está definiendo el presente y futuro del país. Ha llegado el momento de intervenir y hacer valer nuestro sentir y exigencia. Como ya lo dijimos antes, asumir que el equipo gobernante cambiará la estrategia de destrozar la cancha, volar balones, anotarse autogoles, desconocer al árbitro y reglas del juego, etc... es iluso. Ese equipo ya se extravió para siempre y ahora el tema es evitar que sigan causando más daños.

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Paradójicamente, la referencia a la 4T va a tener más que ver en la historia como el momento en que la sociedad mexicana logró la emancipación definitiva de los lastres de una clase política y en particular un pseudopartido político de nueva creación que simple y sencillamente no dio nada para generar resultados. Y en este caso será el grupo dominante de Morena a quien, por su pésima conducción, le toque el embate de tener una ciudadanía que ya no está dispuesta a ser adornos o floreros, porque si lo fuéramos nos quedaríamos en un lugar en que solo quedarán cenizas. No somos masoquistas, y ya llevaron la tolerancia a su límite absoluto.

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El momento de actuar no puede demorar más. El sonido actual es inconfundible. Las campanas de la emergencia están emitiendo los decibeles más estridentes y ya no son una mera señal pasajera. Estamos ente la situación más delicada que jamás haya enfrentado el país, por lo menos en los últimos 100 años. Por ello no es admisible esperar a que haya factores ajenos que vengan a corregir lo que la nación nos pide a gritos, un contrapeso ciudadano y articulación para parar la destrucción articulada e intencional de nuestro país de quienes dicen gobernar desde Palacio Nacional.

La devastación económica es de dimensiones nunca vistas. Tan solo las pérdidas en Pemex el año pasado fueron de US$35 mil millones de dólares, y en lo que va del presente año, en tan solo tres meses las pérdidas de la paraestatal alcanzarían para comprar casi 100 aviones presidenciales (en efecto del que han querido hacer la rifa que no se puede hacer y que este gobierno derrocha recursos como si tuviéramos una fuente inagotable de los mismos). Ese es tan solo uno de los múltiples casos en que la ineptitud y la impericia en temas económicos son evidentes, pero sabemos que son mucho más y los hemos señalado en entregas previas (Texcoco, Santa Lucía, Dos Bocas, Cervecería en Mexicali, etc.). Esos yerros combinados con la insaciable acumulación de poder nos llevan al momento de inflexión actual.

Y es que ahora el problema es que, con la contracción económica inminente, la reducción en el PIB de México va a seguramente estar en un rango que casi todos los expertos fijaban entre 8 y 12%, pero hay quien más recientemente ya se atreve a colocarlo más cerca de incluso un 20%. Esa debacle es real en gran medida porque el gobierno federal se ha empecinado en no garantizar flujo económico para permitir que las empresas sigan funcionando y no se destruyan. Respecto a la omisión el gobierno ha dicho en forma ufana que nada de apoyos, y prefieren ver como se desfondan y muchas se irán a la quiebra, dejando a gran parte de la población sin empleo, sin recursos, y por lo mismo sin forma de vivir. Los micros, pequeños y medianos empresarios son los que generan el 90% del empleo del país. Mientras casi todos los países del orbe no dejan naufragar su economía y generan paquetes económicos de apoyo que van desde 5% y hasta 30% o más, en México apenas llega a un 1% y con un fuerte componente de clientelismo electoral.

Es una situación de la que pueden dejarse una secuela de daños de los que nos tomará muchos años recuperarnos si no nos ponemos las pilas. En el tema de salud la situación no es nada mejor. Habiendo adoptado una postura austericida y destruyendo el Seguro Popular se dejó en absoluta vulnerabilidad al sistema nacional de salud. Imposible imaginar peor momento para haber tomado una decisión tan irresponsable como ahora con la pandemia del COVID-19. Y que no se atrevan a decir que es mala suerte. No. La impericia y capricho en este caso se medirá en el número de muertes, de familias destrozadas, y de esperanzas acribilladas. Les hemos pedido #TapaBocasXDosBocas y ni así reaccionan. Primero sus caprichos y después el país.

Pero hay que actuar. Es hora de darse cuenta de que nos toca ser los bomberos individuales, y aunque sea con cubetas, pero sumados todos, el volumen de agua que podemos mover es amplio y un recurso muy valioso para atemperar la forma en que el fuego arrase con todo lo que vemos en el país. Y el gobierno en forma irónica e irracional asevera que en realidad esta tempestad les “viene como anillo al dedo”. Y hasta se atreven a querer modificar las leyes para dar mayor margen de discrecionalidad a la ya excesiva e insaciable voluntad de control presidencial.

Así es que requerimos ponernos las pilas. Salir de la zona de confort. Jugárnosla por el país. Es cierto que en el sexenio pasado la corrupción y abusos fueron descomunales, pero en el de ahora no son ajenos a lo mismo pues llevan más del 75% de adjudicaciones directas y la correspondiente opacidad, el resultado es justamente una forma de ser profundamente corruptos. Si a esto se le agrega la incapacidad e ineptitud de gestión, y la irracionalidad en toma de decisiones (con una profunda vocación por derrochar recursos, como si gobernar fuera un juego), el resultado es de una corrupción exacerbada y tan o más dañina que la de sus predecesores.

Completamos el recuento del desastre con la cuenta de inseguridad, injusticia e impunidad. Se nos dijo que se pacificaría al país y que recuperaríamos la tranquilidad. No solamente no ha sucedido nada de eso, sino que ahora estamos peor de cómo recibieron el país en 2018. Puras mentiras porque para lograr resultados se tienen que aplicar estudios profundos, acciones diferentes, métricas reales de eficiencia, e instituciones fuertes. En lugar han aplicado demagogia, militarización y opacidad. Súmenle la estrategia de abrazar a la delincuencia organizada (incluyendo a la madre de uno de los principales capos del país) y los resultados son obvios. Un desastre total.

Es por todo lo anterior que suenan fuerte las campanas. No podemos perder tiempo. Nadie que no sea nosotros mismos nos va a salvar. Es nuestra responsabilidad actuar y no depender ni esperar más a que el gobierno haga algo, porque eso ya quedó claro simple y sencillamente no va a suceder. Todos a ayudar antes de que sea demasiado tarde. A apoyar los movimientos en que se haga notar el disenso y la barrera ciudadana a los abusos e iracundas decisiones. Cero tolerancia a la demagogia destructora.

Me gustaría decirles que estamos exagerando, pero no es así. El riesgo es real e inminente. Debemos manifestarnos contundente y claramente, y actuar todos los días, aunque no les guste el modito. Suenan fuerte las campanas

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Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es secretario general de México Unido Contra la Delincuencia y socio del despacho Hogan Lovells BSTL.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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Sociedad Andrés Manuel López Obrador Secretaría de Hacienda y Crédito Público Finanzas públicas Crisis económica

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