En los últimos meses y semanas se fueron complicando las cosas en forma incremental. Hubo eventos críticos que han marcado indeleblemente el destino de la presente administración. Aquí van algunas de esas referencias crudas y objetivas:
1. La convocatoria, el miércoles 12 de febrero, a los capitanes empresariales del país, pero no para lograr acuerdos de cómo llevar a cabo las grandes inversiones que se requieren para la generación masiva de empleo, infraestructura y desarrollo, sino para mostrar la sumisión y entrega al capricho que supone la realización de una innecesaria y absurda rifa de un avión que no se puede rifar.
2. La decisión del presidente de no solamente no avalar, sino incluso descalificar y tratar de reducir el legítimo reclamo de millones de mujeres en el país (ellas representan el 52% de la población total del país) que siendo objeto de una violencia y crueldad crónica por años, decidieron poner un alto y mostrar su músculo en los movimientos de marcha del 8 de marzo y de ausencia del 9 de marzo.
3. La cancelación de la planta cervecera de Mexicali (a través de encuesta patito) que el 22 de marzo marcó el final de cualquier posibilidad de entendimiento de México como un país destino con certeza para inversiones extranjeras y que condena al país a una obligación de resarcir los daños de tal decisión arbitraria y que seguramente serán en exceso de los US$1,500 millones de la inversión directa (como si nuestro país estuviera en capacidad de estar haciendo frente a este tipo de pagos cuando tenemos enormes necesidades y carencias).
4. El saludo presidencial el domingo 29 de marzo a la madre del narcotraficante más conocido y que hoy purga prisión vitalicia en Estados Unidos, lo que implicó la visión clara de sumisión del Estado Mexicano a los poderes del crimen organizado (ofendiendo así a las Fuerzas Armadas, y también a las miles de víctimas y familias que han padecido en carne propia el impacto de la violencia y la inseguridad en todo el país).
5. La nula reacción y propuesta de un acuerdo nacional para llevar a cabo una respuesta concertada ante el embate de salud y económico que supone la pandemia, resultando en que el presidente, en forma inverosímil, decidió el domingo 5 de abril hacer un planteamiento de reiterar sus planes de gobierno como si nada estuviera ocurriendo en México y en el mundo (tan sólo en México con un impacto brutal por una devaluación de $19 a $25 pesos por dólar, la caída del valor de petróleo mexicano a niveles inferiores a US$1 e incluso ya un valor negativo (así de increíble), y una expectativa de caída en el PIB para 2020 del orden de entre 6 y hasta 12 puntos porcentuales).
Para mejor explicar este tema, me gustaría hacer alusión al ejemplo de que el presidente, al ganar la elección y tomar posesión, se montó en un tren para conducir al país al destino final de mejoría, pensando en que la posibilidad de obtener mejores resultados es factible, y que las promesas de combate a la corrupción, impunidad, e inseguridad serían reales. Sin embargo, a la luz de las decisiones equivocadas que se fueron tomando y en particular los más recientes acontecimientos, llegamos a una situación en que frente a las Y’s en el camino el presidente se ha obstinado en tomar siempre la ruta equivocada.