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AMLO, esperanzas a destiempo

López Obrador llegó a destiempo, pero a diferencia de Fox que llegó demasiado temprano, él llega demasiado tarde y con costos demasiado altos. Visto a la distancia, debió llegar en 2006.
lun 27 abril 2020 11:56 PM
(Obligatorio)
Debate de candidatos a la Presidencia en la contienda del año 2006.

En México, parecemos estar acostumbrados a vivir sólo de esperanzas, sin tomar mucha acción para cambiar nuestra realidad. Son varios los ejemplos en nuestra historia reciente; el actual parece ser el principal. Lamentablemente, por distintas razones esas esperanzas siempre están a destiempo.

En el 2000, la victoria de Vicente Fox del PAN generó gran júbilo entre un segmento importante de la población. Por primera vez en 71 años gobernaría un partido distinto al PRI. Para muchos se inauguraba la democracia en México. Como si no fuera la democracia la que permitió ese triunfo.

Desafortunadamente, el sexenio de Fox resultó una gran decepción. Fue el sexenio en el que no se hizo absolutamente ningún esfuerzo por profundizar la consolidación de la apertura democrática, que se venía trabajando con importantes reformas desde al menos 1977.

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Fue el sexenio en el que más poder se le dio a los poderes fácticos del país, que se venían controlando, al menos, desde Salinas y Zedillo; este último con menor capacidad.

Dio poder a quienes no lo tenían. Los gobernadores priistas crearon la CONAGO como contrapeso; aglutinaron a todos los partidos, y lograron una influencia que nunca habían tenido. Hoy, por cierto, la CONAGO perdió su esencia y está dinamitada por los protagonismos y divisiones.

Y económicamente fue un desperdicio. El primer Presidente en heredar estabilidad macroeconómica, mermó el crecimiento y dilapidó los históricamente altos ingresos petroleros.

La esperanza popular que depositó su voto en Fox llegó a destiempo. Después de esfuerzos muy grandes, el país iba en una ruta de posible camino al desarrollo. Un último sexenio del PRI pudo haber consolidado esa ruta para arrancar después la alternancia con un país más sólido.

Antes de Fox, hubo otro momento hoy icónico de gran esperanza con la candidatura de Luis Donaldo Colosio. Lamentablemente se truncó la posibilidad con su asesinato. Nunca sabremos si hubiera sido tan buen Presidente como se pensaba. Su muerte llegó a destiempo.

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Después de Fox, también pareció haber esperanza. Calderón llegó por un sentimiento de frustración. Pero su victoria se dio en medio de gran polarización por los resultados tan apretados con López Obrador. Y el sexenio de Calderón resultó ser más desastroso que el de Fox.

En 2012, mucha gente decepcionada con la incapacidad del PAN, y los excesos que cada vez eran más evidentes, votó esperanzada por Peña y el PRI. Roban pero al menos saben gobernar, se decía. Peña se encargó de desilusionar a todos. Un regreso del PRI a destiempo.

Pero quizá el momento de mayor esperanza fue la elección de 2018. Es la más contundente que hemos vivido en México desde, al menos, la etapa más boyante del partido hegemónico. Desde 1988, las elecciones eran cada vez más competidas. Se rompió esa tendencia.

Desde 2006, cuando por primera vez compitió el hoy Presidente, había logrado movilizar a mucha gente con un discurso social que no se acostumbraba hasta ese entonces. Su gran error fue la insistencia en polarizar y dividir. Eso le costó muy caro.

En 2012, pareció aprender la lección, y tuvo un tono mucho menos beligerante. Aún así, seguía siendo muy notorio su rencor. Y la inercia que traía Peña era difícil de remontar; aunque un mes más de campaña podría haber dado una sorpresa.

Para 2018, no sólo López Obrador bajó mucho más su beligerancia y enfatizó su discurso social, pero de manera más incluyente, sino que Calderón y Peña ya se habían encargado de validar con sus pésimos gobiernos las críticas y señalamientos que desde 2006 resaltaba López Obrador.

Sin embargo, tanto el mundo como México habían cambiado mucho en muchos sentidos. Si bien el hoy Presidente tenía un gran entendimiento del acontecer diario de los grupos sociales más desprotegidos, su comprensión del panorama general se notaba limitada.

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Hoy, ya en el gobierno, lejos de preocuparse por informarse más sobre esa realidad, ha decidido enconcharse en sus ideas de un México que hace décadas no existe, en un mundo que es muy distinto a lo que él concibe. Un Presidente esperanzador a destiempo.

Lo más grave de este destiempo es la fuerza con la que llega, que le da la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y la mayoría simple en el Senado. Mayorías que ha aprovechado para llevar a cabo importantes regresiones en algunos de los pocos avances que habíamos logrado.

Ese poder con el que llega, lejos de ponerlo a buen uso, lo ha utilizado para imponer visiones obsoletas de país. Para retrasar el reloj a lo que algún día el conoció. Lo que no puede modificar es la realidad global, esa que hoy nos está cobrando facturas incalculables para el futuro del país.

López Obrador llegó a destiempo, pero a diferencia de Fox que llegó demasiado temprano, él llega demasiado tarde y con costos demasiado altos. Visto a la distancia, debió llegar en 2006.

En aquel momento, no hubiera tenido la aplastante mayoría con la que hoy cuenta. Ni hubiera tenido el tiempo suficiente de acumular los logros locales que durante años cultivó y que fueron fundamentales en 2018.

Si hubiera llegado en 2006, la dispersión del poder en al menos tres partidos, la hasta entonces fuerte CONAGO, entre otros factores, hubieran contenido muchos de sus intentos regresivos. No hubiera encontrado instituciones tan debilitadas por Calderón y Peña.

En 2006, tal vez también hubiéramos retrocedido, pero se habría logrado una presión suficiente para evitar el nivel de malos gobiernos que tuvimos después.

Pero hoy, él mismo está matando la esperanza que generó, la esperanza de salir del pasado pero fortalecidos. Mientras, los demás seguimos atarantados y ausentes. Como en los sexenios pasados.

Hoy, esos millones de esperanzados serán los que más resentirán los errores de su Líder. Hoy en México se acaba esperanza, y se vive totalmente a destiempo. Ojalá el Presidente tenga pronto la capacidad, y disposición, de recapacitar y ponerse a tiempo. Y los demás, de dejar de vivir de la esperanza y empezar a actuar, para evitar seguir viviendo a destiempo.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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