A nivel internacional, y de forma global, las relaciones entre los Estados se determinan por múltiples variables que aún permanecen sin muchos cambios. La distribución del poder, medida principalmente a través de una combinación entre activos económicos y militares nacionales, así como alianzas regionales, está casi intacta. La economía de Estados Unidos ciertamente está recibiendo un gran golpe a raíz de un mal manejo de la pandemia. Sin embargo, casi la mitad de los mercados de exportación de China están detenidos, y el dólar continúa siendo la moneda utilizada para mantener las reservas mundiales, respaldando más del 90 por ciento de todas las transacciones globales. La pandemia no muestra signos de cambiar este hecho básico.
Habiendo dicho lo anterior, es innegable que la pandemia modificará el escenario internacional. Lo importante es pensar ¿qué tanto y de qué forma? Los fracasos iniciales de Washington, tanto al interior como al exterior, serán costosos no solo en términos de vidas, sino también en su capacidad de liderazgo. Esta última ya bastante mermada por la visión nacionalista de su presidente. Por otro lado, Beijing ha sido agresivo en sus esfuerzos por consolidar apoyos diplomáticos. En términos de alianzas, en un inicio China enfrentó importantes críticas a nivel mundial debido a la falta de transparencia y represión inicial con la que trató el surgimiento del virus SARS CoV2. Sin embargo, China en este momento se coloca como punta de lanza en la investigación para desarrollar algún tipo de tratamiento o vacuna, sus científicos son elogiados por encontrar información clave en la comprensión del nuevo virus, y sus esfuerzos por suministrar insumos no pasan desapercibidos.
En Estados Unidos, la administración actual hasta ahora no ha demostrado prácticamente ninguna capacidad de liderazgo. En contraste con la administración de Obama, que organizó al G20 para prevenir el proteccionismo y mejorar la coordinación después de la crisis financiera de 2008, la respuesta del gobierno estadounidense actual se caracteriza por ser, al menos, descoordinada. Otro claro ejemplo de debilitamiento de Estado Unidos es que ni uno solo de sus aliados quiso apoyar la insistencia del secretario de Estado, Mike Pompeo, para que el G7 emitiera un comunicado que etiquetara al SARS CoV2 como el “virus Wuhan”. Ello fue un claro intento de culpar y aislar a China.
No obstante, es demasiado pronto para predecir que una crisis de corta duración podría colocar de alguna manera a China como líder regional o global en el largo plazo. Cualquier expectativa de cambio a nivel global se verá significativamente influenciada por las decisiones que tomen los gobernantes en cada país, el resultado de las elecciones estadounidenses y el éxito de la investigación que genere alguna vacuna o tratamiento.